A Hamsa, cuando era un niño, su madre le metía guindillas en la boca. Dice que para hacerle un hombre. Su padre y su hermano alguna vez le han esperado en casa con palos para pegarle. No puede ir a la policía porque en Marruecos la homosexualidad se paga con hasta tres años de cárcel.

A Hasan le acusaron de prostituirse y pasó tres meses en prisión. Después le expulsaron de la universidad.

Estos documentales han sido todo un éxito en Marruecos. Gracias a ellos se ha abierto un debate hasta ahora tabú. Lo que, según el activista Samir Bargachi, ha "generado un debate muy interesante sobre la penalización de la homosexualidad y los efectos que tiene sobre personas que, al fin y al cabo, son marroquíes".

Él trabaja dando apoyo a musulmanes homosexuales y nos confirma el valor de estos testimonios en un país en el que "la mayoría prefiere callar". Una vida que se complica para las lesbianas, porque al menos los hombres, como apunta Bargachi, "tienen la posibilidad de independizarse y encontrar trabajo, algo que las mujeres no pueden hacer".