Aquel día, Gabriel García Márquez aún no era un escritor global, sino un autor que buscaba su gran novela. Gabo conducía su Opel blanco dirección Acapulco para pasar allí sus vacaciones. Durante el trayecto, le asaltó una frase que lo catapultaría al Olimpo de la literatura:

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

El escritor colombiano frenó el coche. Convenció a su mujer Mercedes y dio la vuelta. Tenía que escribir urgentemente lo que primero intentó titular como ‘La casa grande’ y luego definitivamente fue 'Cien años de soledad'.

Era 1965 y García Márquez ya había publicado cuatro novelas, entre ellas 'El coronel no tiene quien le escriba'. Sin embargo, sería la narración sobre el territorio mágico de Macondo lo que lo reconduciría hacia el Premio Nobel de Literatura 1982.

Desde aquella epifanía a bordo del Opel Corsa, Gabriel García Márquez decidió escribir durante 18 meses una novela que persiguió durante años. Sin darse cuenta de que la tenía dentro desde siempre. Macondo era su Aracataca natal, sus recuerdos, sus leyendas, sus vivencias infantiles.

Abandonó así su trabajo para dedicarse a 'Cien años de soledad'. Cada día escribía en un cuartito, enfundado en un mono de mecánico. El escritor colombiano trabajó en una narración que crecía desde aquella primera frase: "Muchos años después…"

Terminó 1.400 páginas. Las redujo a 400 y 20 capítulos. Su esposa compraba víveres a crédito. Vendieron el Opel. Empeñaron también gran parte de sus cosas. Gabriel García Márquez, finalmente, terminó la saga de la familia Buendía un año y medio después.

Envió por correo el manuscrito a la editorial en dos paquetes. Carecía de dinero para una única entrega. La novela se publicaría en Argentina con una tirada de 8.000 ejemplares. Hoy, está traducida a más de 40 idiomas.

"Muchos años después…", el comienzo de 'Cien años de Soledad', nos suena a cuento infantil, a un érase una vez… Macondo. No obstante, para adentrarnos en ese lugar donde las cosas aún no tenían nombre y había que señalarlas, el escritor tuvo que acometer un binomio fantástico.

El "hielo" y un "pelotón de fusilamiento" son significados ajenos que, cuando se juntan, nos abren una puerta a un mundo mágico, ese Macondo terriblemente literario y universal.

Así, García Márquez trasladó, en este inicio novelesco, lo mejor de la narración oral (la literatura visual) y lo mejor de los antiguos folletines decimonónicos (finales de capítulos en clímax para engancharnos a la lectura del siguiente episodio).

Es una narración casi bíblica, con fuertes influencias de William Faulkner, pero sin Faulkner.Cien años… no es una novela del sur de EEUU, es una novela sobre lo conocido en la infancia por Gabriel García Márquez en su Aracataca natal.

Es la historia de la familia Buendía a lo largo del nacimiento de Macondo hasta su destrucción y durante siete generaciones. De la nada a la nada, de la nada al todo y del todo a la terrible soledad.

Descansa en paz, Gabo. Gracias por descubrirnos Macondo, y señalarnos el realismo mágico, así, con el dedo, porque antes todo aquello no tenía ni nombre.