Pocas veces les ven, pero muchas les escuchan. Están en la televisión, en el cine, en la radio… Casi podría decirse que están en todas partes. O al menos, sus voces. Las de Clarissa, Rubén, Cristina y tantos otros intérpretes del mundo del doblaje. En un mismo día, pueden ser desde una dulce ancianita hasta un malvado psicópata; o un superhéroe, un dibujo animado, la última estrella del rock… ¿Acaso tienen otros en su profesión el superpoder –y el honor– de ser por unas horas Meryl Streep, Julie Andrews y Barbra Streisand casi a la vez?
- “Con el poder de la voz te das cuenta de hasta dónde puede llegar”, dice Clarissa Filippini. Ella lleva cuatro años formándose en este sector y cuenta que “cada matiz o cada respiración” puede llegar a tener un sentido “tan profundo”, que hay que ser ágil y muy rápido para entender todos esos matices. Como ella, Rubén y Cristina –y otros tantos alumnos más– acuden cada semana a la Escuela de Doblaje de Madrid a seguir las órdenes que les dictan maestros del doblaje en España como Lorenzo Beteta, director del centro.
- “Más susurrado, no tan proyectado”, insiste Lorenzo en una de las clases, pegado junto al atril y el micrófono. Él les da las pautas sobre cómo deben proyectar la voz, cuál debe ser la intención o cuánta la intensidad a imbuir a los personajes que interpretan. Sobre la mesa, los alumnos subrayan y hacen marcas sobre el guion. Si hay algo fundamental en esta profesión es no borrar, dicen, el personaje que los actores originales han construido. Todos reciben o han recibido formación actoral. “El 90% es la interpretación”, recuerdan. No vale con plantarse delante del micrófono y ponerse a leer. Porque si los actores y actrices de doblaje no disponen de las herramientas interpretativas que se requieren, la locución sonaría artificial y falsa.
España saca músculo en el doblaje
En un pequeño estudio de Barcelona, Carlos Nogueras, jefe de producción de la empresa de doblaje Takemaker, explica que cada vez “hay más demanda que nunca” y que “la entrada de tantas plataformas, con esa magnitud de programas, ha hecho que el trabajo haya aumentado considerablemente”. Lo que demuestra que la profesión saca músculo en nuestro país. Dentro del sector se han disparado los proyectos, cada vez se dobla más y las escuelas de doblaje ven crecer el número de alumnos cada nuevo curso. Lorenzo Beteta, quien ha interpretado, entre otros, al mítico agente Mulder de Expediente X, no duda al calificar que “vivimos una edad de oro de la televisión”. Cuenta que, al margen de la aparición de plataformas audiovisuales, la pandemia favoreció que estos canales ofrecieran más productos (series, largometrajes, documentales, programas…) y eso acarreó la búsqueda y demanda de voces, e incluso, nuevas voces.
La pandemia y el pillaje
Todo el mundo dentro de la industria coincide en que tantas décadas de profesión han consolidado una industria del doblaje fuerte en nuestro país. Pero ahora, que aumenta el consumo y la demanda, se atisba un problema que hasta la fecha había pasado casi inadvertido: el pirateo. Ante el frenético ritmo de producción, la calidad se ha visto mermada y, según cuenta Beteta, hay quien no ha dudado en dar alas al “pillaje”.
La pandemia de COVID-19 y el confinamiento, propiciaron que algunos profesionales se lanzaran a convertir en estudios de grabación las habitaciones de sus casas. “Eso solo es válido, y medianamente aceptable, para una urgencia”, explica Lorenzo Beteta. “Se trataba de productos que tenían que salir o de actores y actrices que podían estar confinados y era la única manera de trabajar”, cuenta. El problema, si estos casos siguen proliferando, es que el trabajo autónomo lleve a “romper los precios” y la profesión se resienta.
María Jesús Nieto, miembro de ADOMA, el sindicato de Artistas de Doblaje de Madrid y voz habitual de Viola Davis, lo califica de “chapuza”. Al margen de esto, considera fundamental priorizar la parte artística, es decir, contar con la figura de un director que guíe al actor durante el proceso de grabación, por ejemplo, con la línea que lleva el personaje. Y por último, la calidad del sonido. Grabar en casa sin tener una estandarización del sonido es “muy peligroso”, explica Nieto, y abre un precedente nada halagüeño.
Piel con piel
Entre clases y grabaciones, se crea además un ambiente especial que hace que todos ellos, por unas horas, sean como una familia, más allá de los personajes a los que dan vida. El contacto del director con los actores es una pieza clave en el día a día. Es cuestión de piel, de fundirse en el trabajo. No se concibe el oficio sin estar todos presentes en el estudio. “Es como si en el teatro, actores y actrices quisieran hacer los ensayos por Zoom”, sugiere Beteta.
Tu voz me suena… ¡en laSexta!
Las suyas son de esas voces en las que el público no repara con tanta rapidez al no estar asociadas a un intérprete o un personaje en particular, pero no por ello son menos reconocibles. Son los profesionales que locutan cuñas publicitarias, promociones en cine, radio o televisión… o hasta audiolibros. Apenas duran diez, treinta o cuarenta segundos, pero ahí están, hablando de un apetitoso caldo casero o de la película de la semana. Joël Mulachs, con más de 30 años de carrera en el mundo del doblaje, compagina las sesiones de grabación de películas con las de locuciones publicitarias. Además de llevar 15 años siendo la voz habitual de Scarlett Johansson, Mulachs lleva otros 15 siendo la voz corporativa de laSexta. "Es todo muy diverso y versátil. Los informativos tienen un carácter más serio, las películas pueden ser comedia, drama, bélicas, épicas... entonces te adaptas a lo que tienes que transmitir", explica Mulachs.
Algo parecido le sucede a Carlos Valdés, quien lleva más de una década trabajando como locutor autónomo, y ahora ha encontrado en la locución de audiolibros un nuevo nicho de mercado. “Es un género que cada vez se consume más”, asegura, y abre puertas a más actores de doblaje. Los audiolibros ya pueden ser ficción o un ensayo económico, lo que importa, dice Valdés, es que la narración sea ligera y que cada frase contenga un matiz, como por ejemplo, “poner diferentes timbres a cada uno de los personajes que intervienen”. Cada jornada de trabajo supone entre cuatro y cinco horas grabando. Por eso se requiere mucha técnica y entrenamiento vocal para que a la segunda sesión de grabación, el actor no se quede ronco. Carlos echa cuentas y, grosso modo, calcula que un libro de en torno a 450 páginas equivaldría a unas doce horas de grabación. “Y cuanto más rápido seas, mejor para las editoriales. ¡A por el siguiente!”, bromea.
Ya sea con audiolibros, cine, televisión o publicidad… a fin de cuentas, coinciden todos los entrevistados, “es maravilloso sentir que formas parte de algo tan especial como ponerle voz a una historia”. Ya saben. Agudicen el oído la próxima vez que pongan la radio, vayan al cine o elijan esa serie de domingo por la tarde para ver repantingados en el sofá. Detrás de Owen Wilson o Matthew Fox está la misma persona.
Fue encontrado en un armario
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