La intensa relación de Cervantes con La Mancha empezó en Esquivias. "Cervantes viene a Esquivias y se casa el 12 de diciembre de 1584", cuenta Susana García, responsable de la Casa Museo de Cervantes de Equivia.

El escritor se casó con Catalina y vivió en aquella casa manchega tres años. Su antiguo propietario, dicen, amante de los libros de caballería, bien pudo inspirar el personaje del Quijote. "Es propiedad de Don Alonso Quijada de Salazar", precisa García.

En aquel hogar Cervantes oyó hablar mucho de Alonso Quijada. Quizá por eso, casi copió el nombre cuando describió a su ingenioso hidalgo. Siguiendo las huellas reales del Quijote se llega al Toboso. Aquí, supuestamente, vivió su Dulcinea. Precisamente, en un callejón del pueblo aparece una casa señorial en la que, según dicen, residió la Dulcinea real. Pero, ¿no era una campesina?

Del toboso, a puerto lápice para descansar en una venta. "'La Venta del Quijote' es una auténtica venta cervantina del siglo XVII", explica Juan Ignacio Legorburu, administrador de la Venta del Quijote. El encanto del lugar es indiscutible, y a los visitantes les parece que pudo convertirse en caballero don Quijote. No, no es el lugar original, pero es la venta mejor conservada de aquella época en toda La mancha.

Los pasos del quijote trasladan al visitante a una misteriosa cueva. En esa gruta vivió Don Quijote un episodio soñado tras un golpe en la cabeza. Algo tocado, recorrió las lagunas de Ruidera y, tras muchas páginas y aventuras, realizó su último gran viaje, lejos de La Mancha.

El último reto de don Quijote le llevó en busca de aventuras por Aragón y hasta Barcelona. Ahora, convertido en puerto deportivo, vivió Don Quijote su última batalla. La que le enfrentó al caballero de la Blanca Luna.