Construida por presos políticos en los años 40, la cárcel de Carabanchel se convirtió en un símbolo de la represión franquista. Hasta aquí llegaban todos los presos políticos de España para ser juzgados en Madrid. Luis Suárez-Carreño fue uno de ellos y ahora cuenta lo especial que fue esta prisión, puesto que "generaciones de jóvenes nos forjamos tanto resistiendo la represión como desarrollando formas de solidaridad".

Allí acabó también dos veces Nati Camacho, embarazada, por pertenecer a Comisiones Obreras. La metían en una zona dedicada a las mujeres embarazadas o a las que vivían con sus hijos ya nacidos en prisión: "Salíamos una hora al patio", recuerda, "y esa era la única hora de luz natural que veíamos".

Miles de presos, algunos ilustres como Marcelino Camacho y Miguel Ríos, fueron encerrados en un lugar denunciado por la falta de condiciones dignas que arrastró hasta su cierre en 1998. Es "un ejemplo de lo que no debe ser un centro penitenciario en democracia", como asegura Luis Antonio Ruiz Casero, doctor en Historia por la Universidad Complutense, autor de la primera monografía sobre la cárcel de Carabanchel e impulsor del centro de recuperación de la memoria.

Al cerrar, la cárcel organizó visitas guiadas y, mientras en la calle los vecinos reclamaban que ahí se construyeran equipamientos para el barrio, el edificio se deterioraba irremediablemente, se llenaba de suciedad, escombros, pintadas y de gente que no tenía otro sitio donde dormir.

En 2008, el entonces ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el exalcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, firmaban su demolición total en contra de la voluntad de los vecinos y del Centro Superior de Investigaciones Científicas, que recomendó construir un centro para la memoria: hoy será imposible recuperar ya muchos documentos, dejados a su suerte allí tras el cierre. Se prometieron 650 pisos, un hospital, zonas verdes y oficinas del Estado; "un espacio de futuro", dijo Ruiz-Gallardón.

Pues bien, su futuro hoy, 15 años después, es un solar en mitad de Carabanchel. El olvido absoluto donde debería haber estado la memoria.