Era la carrera de carreras y un escaparate único para que la escudería Ferrari sacara músculo. Su piloto estrella era Alfonso de Portago, un español con título nobiliario y espíritu aventurero que quería revalidar una gesta histórica ese año 1957. Fue el primer piloto español en conseguir un podio en Fórmula 1. Solo Fernando Alonso 50 años después lo volvió a lograr.
Pero la sombra de la tragedia se cernía sobre la Mille Miglia. Varios de sus pilotos más prometedores habían muerto recientemente conduciendo los coches más potentes del mundo en carreras o probándolos en el autódromo. Juan Manuel Fangio, Peter Collins y Mike Hawthorn engrosaban esa lista negra.
Crónica de una muerte anunciada
El español de Portago, junto con su buen amigo y copiloto, Edmund Nelson, arrancaba el 12 de mayo desde Brescia la Mille Miglia a las 5:31 de la mañana (por lo que lució el dorsal 531). En esa maratoniana carrera que recorría las complicadas carreteras italianas desde Brescia hasta Roma y volviendo a Brescia se convirtió en una trampa mortal.
Los técnicos de Ferrari le dijeron que tenía una rueda dañada y cuando quedaban unos 70 kilómetros para la meta, al noroeste de Mantua, el Ferrari 335S de Portago y Nelson sufrió el reventón de un neumático a más de 250 km/h, con fatal desenlace. Además de los pilotos nueve espectadores perdieron la vida, cinco de ellos eran niños, mientras que otras 30 personas resultaron heridas. El trágico accidente pasó a la historia como la Tragedia de Guidizzolo.
"Puede sonar sentimental, pero creo que los pilotos estamos muy cerca de la muerte cada domingo, así que por eso creo que apreciamos más la vida"
Una de las frases pronunciadas por de Portago en una entrevista antes de morir nos puede ayudar a imaginar lo que suponía subirse a esos bólidos. "Puede sonar sentimental, pero creo que los pilotos estamos muy cerca de la muerte cada domingo, así que por eso creo que apreciamos más la vida". Tenían que conducir a velocidades de infarto sin cinturón de seguridad ni medidas de contención Una prueba en el circuito podría suponer la muerte sin ningún sistema de seguridad vial.
La ficción de Michael Mann
La nueva película de Michael Mann pone el foco en esos años negros de la escudería. "Pilotar entonces era literalmente peligroso", recalca el director. Uno de los mayores retos del equipo fue reconstruir los coches. Fue una auténtica obra de artesanía, con ingenieros replicando a mano los modelos originales de los años 50. Algunos están en el museo de la casa, pero otros tuvieron que ser fabricados a partir de los planos y el material documental que se conserva.
Uno de los mayores quebraderos de cabeza fue aplicar sistemas de seguridad para cumplir con los estándares del siglo XXI y tener un rodaje seguro pero sin modificar los chasis y la apariencia de los vehículos. El jefe de efectos especiales explicó en rueda de prensa que construyeron un cinturón de seguridad especial en forma de arnés con cinco puntos de agarre que quedaba escondido bajo la ropa. Pero también usaron cinturones y contenciones visibles a las que aplicaban una línea de puntos para que luego se pudiera borrar en la posproducción.
La película consigue reflejar a la perfección el universo personal de Enzo, el creador de Ferrari, al que da vida Adam Driver. Muestra un momento clave para entender el modelo de negocio que adoptó la casa de Maranello el año en el que estuvieron a punto de quebrar porque no se podía sostener la participación en carreras de alto nivel.
El papel de Laura Ferrari
Ese mismo año, además, sale a la luz que Enzo Ferrari tiene un hijo ilegítimo, quien hoy es director de la firma. Su mujer y copropietaria de la firma, Laura Ferrari, tiene que lidiar con ser la última en enterarse de semejante escándalo con su marido copando titulares en medios.
Penélope Cruz interpreta a esa oscura Laura Ferrari sumida en el drama, que tras haber perdido a su hijo presencia como su vida y su empresa se desmoronan. "Su único aliciente era la empresa, era como el hijo en común que les quedaba a ambos, y ella sufre además el machismo que le rodeaba", comenta la actriz.
Para entender esa oscuridad y carácter complejo de Laura se desplazó a los escenarios reales donde vivió la protagonista, que ha pasado a la historia como la mujer de 'Il commendatore'. Vivió en la misma casa, investigó sobre las recetas que cocinaba y empatizó con el sufrimiento de esa mujer que era tildada de carácter avinagrado y difícil. "Estuve con Michael Mann en el apartamento donde ella vivió y eso nos impresionó mucho porque realmente entrabas y sentías la depresión tan fuerte que tenía", cuenta Penélope Cruz. Llegaron a rodar en escenarios reales como el cementerio con el sepulcro de Dino Ferrari, su hijo que murió con solo 20 años de edad.
La película rescata la memoria olvidada de la mujer que hizo brillar y relucir las finanzas de la casa Ferrari en una época repleta de sombras.