Puede ser alargado en forma de barra o esponjoso y redondeado y podemos encontrarlo desde los hornos de Castilla hasta en las panaderías de El Cairo. El trigo y su harina, cocinado y condimentado de 1.000 maneras es lo que nos da un 20% de las calorías que consumimos.

Secuenciar su genoma le ha costado 13 años a un equipo de 200 científicos y abre la puerta a modificarlo para hacerlo más resistente. Según los defensores del estudio, esto hace que se pueda crear un trigo que luche mejor contra las plagas, plante cara al cambio climático y, en definitiva, se cultive mejor con menos para prevenir el hambre porque "el trigo solo es el alimento de un tercio de la población mundial", como explican desde Acción contra el Hambre.

Leer sus genes es el primer paso también para eliminar las alergias que produce o hacerlo apto para celiacos, aunque este es un camino aún por recorrer para que estos avances se noten en el día a día.

Un campo de promesas que habrá que ver cómo se concretan porque como dicen desde la Sociedad Española de Agricultura Ecológica, "los avances científicos está muy bien, pero lo que se debe conseguir es que sea una herramienta que se utilice de forma social y no para beneficio de algunas empresas". El riesgo es que se quede en un filón empresarial.

uno de cada tres habitantes del planeta no podría subsistir sin él, y el bienestar y hasta la paz mundial depende de poder llenar cada día millones de hornos.