Un estudio de investigadores de la Universidad de California ha determinado que las mujeres prehistóricas también eran cazadoras, algo que tumba la teoría de que en la antiguedad eran los hombres los que salían a cazar y las mujeres las que se quedaban en los refugios al cuidado de los hijos.
La investigación, liderada por el arqueólogo Randy Haas, y que ha sido publicada por la revista Science, parte del análisis de unos huesos de ser humano de 9.000 años de antigüedad encontrados en lo alto de los Andes. Ese esqueleto estaba enterrado con lanzas de piedra y hojas apiladas: un cazador de alto estatus.
"Todo el mundo hablaba de éste como un gran jefe, un gran hombre", explica Haas. Una teoría que se desvaneció cuando el bioarqueólogo Jim Watson, de la Universidad de Arizona, se percató de que los huesos del esqueleto eran delgados y livianos. El cuerpo era de una mujer.
Este descubrimiento llevó a reexaminar informes de otros entierros de la antigüedad en América y se percataron de que al menos 10 mujeres más que habían sido enterradas con lanzas podían haber sido cazadoras. "El mensaje es que las mujeres siempre han podido cazar y, de hecho, han cazado", asegura la arqueóloga Bonnie Pitblado de la Universidad de Oklahoma.
Los investigadores determinaron el sexo de los huesos utilizando una técnica que analiza si el esmalte dental de un individuo tiene una versión masculina o femenina de una proteína llamada amelogenina. La persona enterrada con la impresionante caja de herramientas era una mujer y los estudios de isótopos de carbono y nitrógeno en los dientes mostraron que comía la dieta típica de un cazador de carne y plantas animales.
Este hallazgo, junto con el de otras 10 mujeres llevó a Haas a sugerir que "la caza mayor temprana era probablemente neutral en cuanto a género".
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