Braulio Aguilar y Javier Martín participan por primera vez han sido enviado en calidad de predictores del tiempo a en la misión de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Su trabajo ayuda a que los científicos desarrollen sus investigaciones con seguridad en las bases españolas y buques oceanográficos. Aguilar detalla a Efe que la misión de Aemet, que forma parte de la campaña polar española impulsada por el Ministerio de Ciencia a través del CSIC, se prolonga cuatro meses durante el verano antártico: dos meses trabajan dos técnicos y dos predictores y los dos meses siguientes, otros dos profesionales de cada ámbito. La vertiente científica de Aemet pretende "mantener la serie de datos climáticos en las tres estaciones, así como mantener los equipos y hacer revisiones para que puedan dar datos durante la invernada; cuando se va el último, las estaciones operan de forma automática todo el año".

"Javier y yo hemos venido en calidad de predictores del tiempo. Es muy importante la previsión meteorológica para el día siguiente, para dos días o para tres porque la operatividad de toda la base se ajusta a esta predicción. Los científicos se mueven por las islas, suben a un glaciar en moto de nieve o visitan una playa en zódiac para coger muestras y hay que garantizar la seguridad de ese personal y la optimización del tiempo y los recursos", sostiene. Para Aguilar, ha sido "muy importante" haber coincidido los dos técnicos y los dos predictores y que sus estancias se hayan solapado: "No es lo mismo cruzártelo en el avión que estar aquí y que te pueda explicar cómo funciona todo".

La predicción en Aemet se divide en grupos de predicción y vigilancia (GPV) y cada uno con su especialidad. Martín y Aguilar son "especialistas en predicción aeronaútica" y controlan "todos los aeropuertos de Girona a Alicante; el GPV de Mallorca está especializado en predicción marítima y el de Barcelona en avisos de fenómenos adversos", explica el meteorólogo. La misión científica de Aemet se basa en la obtención, mantenimiento y estudio de los datos meteorológicos que se obtienen y además, hay un convenio para la "cobertura meteorológica" a otras misiones científicas españolas.

La vida de un predictor del tiempo en la Antártida

Aguilar cuenta que allí tiene su habitación con ducha, cocinero, biblioteca, videoteca y mesa de ping pong. Si hubiera un hotel de siete estrellas, sería esto", afirma. Añade que esa valoración también responde al entorno donde se puede ver "un iceberg por la bahía o una playa llena de cascotes de hielo" aunque reconoce, cuando le pregunta su hija, que sí echa de menos "cosas, como las flores". Respecto a las temperaturas, asegura que ahora que es verano la mínima más baja han sido -5 grados aunque en invierno, cuando no queda nadie en las estaciones, se ha llegado a -22,6.

"Esto es un grupo de islas y en la más cercana a América del Sur, hay un pequeño aeródromo con pista de tierra y vive gente todo el año e incluso en 1990 nacieron un par de niños", cuenta; el viaje de ida y vuelta es una "peripecia" que puede durar "días" y "un rollo de papel tiene que coger dos aviones y un barco para llegar". El Tratado Antártico, un hito para la Humanidad Rememora los problemas que surgieron cuando los países aledaños a la Antártida empezaron a reivindicar su propiedad (Chile, Argentina, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, Rusia o China) y los "recursos naturales que tiene en la tierra debajo de 3.000 metros de hielo que estuvo enlazada con el continente americano y tuvo bosques".

"Me metí en Aemet por la Antártida"

"Si hubo bosques, hay petróleo, diamantes o puede haber lo que sea y cada país quería su trocito hasta que se llegó al acuerdo del Tratado Antártico. Es un hito para la Humanidad porque a través del Acuerdo de Madrid de 1991 se estableció que la Antártida solo se puede usar para fines científicos y es de todos", comenta. Aguilar apunta que tanto Javier Martín como él participan en la misión de Aemet por primera vez y que repetiría "con los ojos cerrados". "Es el sueño de mi vida; llevo 30 años en Aemet y 30 años queriendo venir. Me metí en Aemet por la Antártida", confiesa.