Las aves oceánicas cometen el mortal error de elegir comer plástico sencillamente porque su olfato les dice que se trata de comida.
Resulta que los desechos plásticos marinos emiten el olor de un compuesto sulfuroso en el que algunas aves marinas han confiado durante miles de años para decirles dónde encontrar comida, según un estudio de la Universidad de California en Davis. Esta señal olfativa esencialmente engaña a las aves para confundir el difuso plástico diseminado en los mares con los alimentos.
El estudio, publicado en la revista Science Advances, ayuda a explicar por qué la ingestión de plásticos es más frecuente en algunas especies de aves marinas que en otras. Las aves marinas tubenosadas, como petreles y albatros, tienen un agudo sentido del olfato, que utilizan para cazar. También están entre las aves más gravemente afectadas por el consumo de plástico.
El punto de vista de los pájaros
"Es importante considerar el punto de vista del organismo en cuestiones como esta", dijo el autor principal Matthew Savoca. "Los animales suelen tener una razón para las decisiones que toman. Si queremos entender realmente por qué los animales comen plástico en el océano, tenemos que pensar en cómo los animales encuentran la comida".
El estudio también podría abrir la puerta a nuevas estrategias que aborden el problema del plástico del océano, que no sólo afecta a las aves marinas, sino también a los peces, las tortugas marinas y otras especies marinas.
Para saber exactamente cómo huelen los desechos plásticos marinos, los científicos colocaron en un paraje de la costa de California muestras de los tres tipos más comunes de detritos de plástico: polietileno de alta densidad, polietileno de baja densidad y polipropileno.
Teniendo cuidado de no dispersar las muestras en el medio ambiente, los científicos las colocaron dentro de bolsas de malla especialmente cosidas y las ataron a una boya oceánica antes de recogerlas unas tres semanas después. Ellos trajeron el plástico recuperado a un recurso un tanto inusual para los ecologistas marinos -el instituto Robert Davis de la UC Davis para la ciencia del vino y de la comida-, donde los investigadores analizan habitualmente la química del sabor del vino.
Utilizando el analizador químico, el equipo confirmó que el plástico apestaba al compuesto de azufre sulfuro de dimetilo, o DMS, una señal química liberada por las algas, que cubre el plástico flotante.
La coautora Gabrielle Nevitt, del Departamento de Neurobiología, Fisiología y Comportamiento de la UC Davis, había establecido previamente que el DMS es un olor que desencadena el apetito de las aves marinas tubenosadas. El DMS se libera cuando las algas son comidas por animales como el krill, una de las comidas favoritas de las aves. Por lo tanto, aunque las algas no huelen a la comida en sí, huelen como la comida que se come, que es la versión de las aves de una llamada a comer.
El estudio observó que las aves marinas que rastrean el olor de DMS para encontrar presas tienen casi seis veces más probabilidades de comer plásticos que las que no lo hacen.
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