La industria textil es una de las más contaminantes y, según ha revelado la Agencia de Protección Medioambiental (por sus siglas en inglés, EPA), se tiran a la basura 16.030 toneladas de ropa cada año, un 811% más que en 1960. Entonces, se desechaban 1.760 toneladas. Si bien es cierto que también se reciclan muchas más —50 toneladas en 1960 frente a 2.450 toneladas en 2015—, la mayoría de las prendas acaban en vertederos o incineradas.

Este crecimiento se debe en gran parte a la llegada de un nuevo modelo de producción y consumo, la 'fast-fashion' (en español, 'moda rápida'), que consiste en crear grandes cantidades de ropa muy barata. Se trata de un sistema muy beneficioso para las empresas pero que causa graves problemas al medio ambiente. Para frenar este impacto, la ONU ha puesto en marcha una iniciativa que involucra a empresas y gobiernos.

El modelo de producción actual es por definición insostenible

El principal problema del modelo de producción actual es que su éxito está directamente relacionado con el hecho de que no es sostenible, pues solamente así puede permitirse producir prendas a bajo coste, en grandes cantidades y en un tiempo récord, con colecciones que pueden llegar a ser semanales.

Según datos oficiales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la industria textil es la segunda más contaminante del mundo, por detrás de la petrolera y por delante de la ganadera. La moda deja una huella en el medio ambiente que se extiende por cada fase del proceso de producción.

Para empezar, las fábricas como tal, usualmente localizadas en países del sudeste asiático, resultan muy contaminantes, ya que la legislación en estas zonas no es tan exigente como en Europa. La industria de la moda es responsable de la emisión del 10% del total de gases de efecto invernadero anuales, según apunta la ONU. Además, la producción de ropa requiere un inmenso gasto de agua: el organismo apunta a unos 7.500 litros por cada par de pantalones vaqueros.

También suponen un gran problema medioambiental los tintes utilizados, pues sus componentes químicos contaminan de manera permanente las aguas cercanas a las fábricas y destruyen la fauna y flora de estos ecosistemas. Este es el caso de Bangladesh donde los ríos se adoptan el color de moda de la temporada.

Pero la industria es insostenible más allá de la fase de producción. En 2015, se tiraron a la basura 16.030 toneladas de ropa. Estas acaban o bien en vertederos gigantes o incineradas; un grave problema si se tiene en cuenta que la quema de prendas emite por cada kilo de ropa incinerado 1,36 kilos de CO2.

¿Cuál es la solución?

Para que realmente se frene el terrible impacto medioambiental de la industria textil hace falta que se den cambios por parte de las empresas, los gobiernos e instituciones públicas y los consumidores. Recientemente, la ONU ha creado la Alianza de las Naciones Unidas sobre la Moda Sostenible, una iniciativa con la que pretende presionar a empresas y gobiernos para que estos mejoren las condiciones de producción y reconduzcan la 'fast-fashion' hacía un modelo más respetuoso con el medio ambiente. El reciclaje de prendas es una de las principales medidas para paliar el impacto de los residuos textiles y, según señala la EPA, 2.450 toneladas de ropa fueron recicladas en 2015.

Varias marcas ya han tomado medidas por su cuenta. En el mercado ya existen firmas que optan por modelos más ecológicos, como la empresa 'Reformation'. No obstante, la responsabilidad recae también sobre los compradores pues, como señala la revista 'Forbes', un cambio en los hábitos de consumo puede influenciar un cambio en la manera de producir de las marcas. El periodista Sanfod Stein explica que las nuevas generaciones de jóvenes, los milenials y la generación Z son más conscientes de los problemas medioambientales y están más dispuestos a apostar por la moda sostenible.

La ‘fast-fashion’ lidera la industria textil

El modelo de la 'fast-fashion' tiende a vender una idea muy atractiva a los consumidores: la del 'bueno, bonito y barato'. Sin embargo, esta forma de producción y consumo oculta realidades no tan positivas. Nació en los años 60, cuando los jóvenes, cansados de los cánones tradicionales, empezaron a comprar prendas más baratas, hechas con nuevos materiales y diseños, según explica el medio especializado 'Fashionista'. Con la II Guerra Mundial, ya se había estandarizado la fabricación y compra de ropa, y en esta década se asentó el consumismo. Fue entonces cuando los proveedores, en busca de una manera de poder abastecer la demanda de los clientes, encontraron en el sudeste asiático una solución. Producir en países como Tailandia o Bangladesh era notablemente más barato, algo que llevó a las marcas a deslocalizarse y dio origen a la 'fast-fashion'.

La razón principal por la que esta ropa es barata es que se reducen todo tipo de costes, empezando por los materiales, ya que se utilizan telas que son peores pero más económicas. De hecho, las empresas se benefician de esta 'mala calidad' porque actúa como un círculo vicioso: emplear materiales baratos hace que las prendas se deterioren antes y, por lo tanto, haya que volver a comprar. Según la Asociación Ibérica Textil, el español medio compra 34 prendas nuevas cada año.

Pero si son de 'mala calidad', ¿por qué triunfan? Porque su precio asequible va acompañado de un diseño atractivo. La 'fast-fashion' ha traído consigo la democratización de la moda y ha permitido que las clases medias y bajas accedan a los diseños que antes solo tenían acceso las personas con dinero. Además, renunciar a la calidad permite producir más rápido, lo que ha favorecido las 'microtendencias', corrientes muy concretas que cambian con frecuencia. Es más sencillo 'vestir a la moda' comprando marcas que producen de acuerdo a este modelo que prendas de firmas tradicionales o comercios locales. Algo que resulta curioso si se tiene en cuenta que los diseños de las tiendas 'fast-fashion' son en su mayoría copias de los patrones de marcas de lujo, como muestra la cuenta de Instagram @Rosa_h_f.