Tirar un penalti decisivo es una de las cosas más estresante que te pueden pasar como futbolista. Que se lo digan a Sergio Ramos, Juanfran o al jugador del Sporting Duje Čop, que fue pillado tomándose las pulsaciones con los dedos en el cuello antes de lanzar la pena máxima.

El responsable de esas 'extremas' situaciones de alarma es el mal control del estrés. El cortisol se dispara por las nubes. "Salimos al estadio y 60.000 gargantas nos pueden encumbrar o nos pueden hundir", cuenta Manuel Jiménez, profesor adjunto de la Universidad Internacional de La Rioja.

Jiménez mide el cortisol a equipos de primera y segunda división española. También, al equipo de bádminton de Benalmádena, el único que ha dejado a laSexta grabar. "Si detectamos que hay alto nivel de esa hormona se puede hacer un trabajo previo para que el jugador sea capaz de afrontar mejor el encuentro antes del partido", detalla Moisés Herrero, entrenador del Club Bádminton de Benalmádena.

Les toma una muestra de saliva después de los entrenamientos y después de los partidos. "Hay jugadores que pueden incrementar hasta 20 veces sus concentraciones de cortisol con respecto a una carga de entrenamiento", señala Jiménez. Le pasa un informe al entrenador con los niveles de cortisol y de testosterona de su plantilla.

El consejo: alinear a los que tienen niveles más bajos de cortisol y más altos de testosterona. Si se tienen estos niveles en cuenta, las probabilidades de perder el partido serán menores. Este estudio tiene aplicación extradeportiva. En las profesiones de alta carga de estrés, anticiparse a si el profesional, cirujano, piloto o bombero, va a tener un día de mala respuesta, disminuiría las probabilidades de fracaso.