Durante los dos primeros años de pandemia de COVID-19, la mayoría de los gobiernos no estaban preparados, fueron demasiado lentos en responder a la crisis y prestaron poca atención a los más vulnerables, una suma de fallos que en total ha costado 17,1 millones de vidas, muchas evitables.

Además, todos los esfuerzos por combatir la crisis sanitaria se vieron obstaculizados por la falta de cooperación internacional y por una "epidemia de desinformación", advierte el último informe de la Comisión de Lancet, elaborado por 28 expertos mundiales en políticas públicas, gobernanza, epidemiología, vacunación, economía, finanzas internacionales, sostenibilidad y salud mental.

El documento sobre la pandemia de COVID-19 publicado este miércoles concluye que todos estos fallos globales y generalizados provocaron "millones de muertes evitables" y revirtieron los avances realizados en muchos países para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU.

"El asombroso número de víctimas de los dos primeros años de la pandemia es una profunda tragedia y un enorme fracaso social a todos los niveles", concluye el presidente de la Comisión, Jeffrey Sachs, catedrático de la Universidad de Columbia y presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible.

"Es el momento de emprender una acción colectiva que promueva la salud pública y el desarrollo sostenible para poner fin a la pandemia, que aborde las desigualdades sanitarias mundiales, que proteja al mundo contra futuras pandemias, que identifique los orígenes de esta pandemia y que fomente la resiliencia de las comunidades de todo el mundo", añade.

El texto incluye recomendaciones para poner fin a la pandemia y afrontar futuras crisis, pero avisa de que todo esfuerzo será inútil sin una cooperación internacional que gire en torno a una Organización Mundial de la Salud (OMS) "reformada y reforzada" e inversiones que refuercen los sistemas sanitarios y pongan especial atención a los más vulnerables.

Falta de cooperación y desigualdad entre países

El informe valora aspectos de la cooperación mundial como la asociación para desarrollar múltiples vacunas en un tiempo récord, las acciones gubernamentales para apoyar financieramente a los hogares y las empresas, y las ayudas de emergencia del FMI y el Banco Mundial.

Pero en estos dos últimos años, apunta el informe, también se han producido múltiples fallos en la cooperación mundial, como el retraso de la OMS al declarar la pandemia y reconocer la transmisión aérea del virus, entre otros.

La falta de cooperación para financiar y distribuir productos sanitarios clave como vacunas o equipos de protección personal también ha tenido un coste muy elevado para los países menos desarrollados, lamenta el informe.

Otra cuestión que la pandemia ha puesto en evidencia es que algunos baremos como el Índice de Seguridad Sanitaria Mundial de 2019, que situaba a Estados Unidos y a muchos países europeos entre los más fuertes por su capacidad de respuesta a las epidemias, resultaron ser malos predictores de la pandemia.

Y contra todo pronóstico, la región del Pacífico Occidental, que sufrió la epidemia de SARS en 2002, adoptó estrategias que dieron como resultado un número acumulado de 300 muertes por millón, mucho menos que en otras partes del mundo.

Por el contrario, los sistemas de salud pública de Europa y los países latinoamericanos dieron lugar a unas 4.000 muertes acumuladas por millón, la mayor cifra de todas las regiones de la OMS.

El informe también critica las respuestas nacionales a la pandemia, "aisladas, desiguales y con efectos socioeconómicos y sanitarios devastadores" y que se vieron agravadas por las campañas de desinformación en los medios de comunicación y por la alta de confianza social.

Prepararse para el futuro

Para controlar definitivamente la pandemia, la Comisión propone que todos los países adopten una estrategia de vacunación plus, que combine la vacunación generalizada con medidas de prevención de salud pública y las medidas financieras adecuadas.

Frente a futuras amenazas pandémicas, aconseja reforzar los sistemas sanitarios nacionales y adoptar planes nacionales de preparación para la pandemia, con medidas para mejorar la vigilancia y el seguimiento coordinados de las nuevas variantes, proteger a los grupos vulnerables y crear entornos escolares y laborales más seguros invirtiendo en ventilación y filtración.

Finalmente, el informe avisa de que construir un futuro más resistente requiere una inversión mayor y más eficaz para reforzar los sistemas sanitarios de los países en desarrollo, lo que costaría unos 60.000 millones de dólares anuales (el 0,1% del Producto Interior Bruto de los países de renta alta).

En paralelo, la Comisión recomienda un esfuerzo de una década en los países del G20 para reforzar la I+D+i, la inversión en infraestructuras y la capacidad de fabricación de las herramientas críticas para el control de la pandemia (pruebas, vacunas, diagnósticos, tratamientos, EPI), junto con el apoyo y la formación del personal sanitario en los países de ingresos bajos y medios. Estas inversiones y esfuerzos multilaterales son esenciales para alcanzar la Agenda de los Objetivos de Desarrollo (ODS) 2030, concluye el texto.