La viagra no ha sido el único descubrimiento médico casual. El más famoso es el de la penicilina, del doctor Fleming. Su despiste en el laboratorio, cuando trabajaba con bacterias, ha salvado millones de vidas. "Una de las placas que él tenía con bacterias, concretamente con estafilococo, estaba limpia, para entendernos, de esa bacteria porque estaba contaminado por un hongo, con el penicillium", explica Benjamín Herreros, profesor de humanidades médicas de la Universidad Europea de Madrid.

Hay descubrimientos por despiste y otros por concentración: los químicos lo saben bien. La nitroglicerina se utilizaba como explosivo, pero pronto se descubrió su uso terapéutico. "Un médico de empresas se dio cuenta de que ninguno de los trabajadores que interaccionaban con la nitroglicerina eran hipertensos. A partir de ahí se dieron cuenta de que esto podría ser un principio activo contra la hipertensión", explica Ricardo Díaz, decano del Colegio de Médicos de Madrid.

El hallazgo de las vacunas se produjo gracias a unas ordeñadoras de vacas infectadas por la viruela bobina. Curiosamente, sobrevivían a los brotes de viruela humana de su entorno. Ellas le dieron a Edward Jenner la clave de la inoculación. "Lo que hizo Jenner fue coger con una lanceta el contenido de las heridas de las manos de las ordeñadoras y transmitírselo por una incisión en la piel a un niño", cuenta Luis Miguel Ortega, catedrático de sanidad animal de la Universidad Complutense de Madrid.

Pasado un tiempo, infectó al niño con la viruela humana y vio que era inmune. "Por eso, efectivamente, se llaman vacunas. Porque vienen realmente del reino animal y de las vacas", precisa Herreros. Los expertos aseguran que los hallazgos se producen por la perspicacia del investigador. Porque las casualidades, según dicen, no existen.