La ballena es uno de los animales más bellos e imponentes del mundo pero antes de que la Antártida fuera un santuario para las ballenas, aquí se producían auténticas masacres de cetáceos. La estación ballenera de Isla Decepción era el corazón de una industria dedicada a cazar miles de ballenas para obtener su aceite: "Era un pequeño pueblo, solo bajaban en el verano antártico que es la época en las que las ballenas bajan a la Antártida" explica Carlos Sanjosé, sargento 1º del BIO Hespérides.
Para Carlos es su sexta vez en la Antártida pero siempre que pisa esta isla se le encoge el corazón: "La conocían por el nombre de Isla apestosa o Isla Roja porque la sangre que se iba acumulando en la bahía le daba ese aspecto y por el olor de las grasas de las ballenas".
La estación fue fundada en 1911 por una empresa noruega, un año después ya había 60 barcos faenando. En su apogeo aquí se mataron 50.000 ballenas en un solo año: "Se utilizaban unos cables para arrastrar las ballenas desde al mar a la playa, descuartizarlas".
La grasa de las ballenas se cocía en unos tanques y se obtenía el aceite. El último paso del procesamiento de las ballenas era su almacenamiento, en unos enormes depósitos se guardaban miles de litros de aceite de ballena que era el principal combustible de la época.
El entorno parece estar diseñado para la caza de cetáceos: la Isla Decepción es el cráter de un volcán activo, un excelente puerto natural que cuenta con un agujero en la montaña: "Se subían vigías, mantenían guardias a la expectativa de ver el soplido de una ballena". La caída del precio del aceite de ballena en los años 30 puso fin a la factoría.