Del simple gesto de beber agua de una botella depende en gran parte la cantidad de plástico que ingerimos al año. Por ejemplo, si eres adulto y bebes solo agua embotellada, puedes estar agregando a tu cuerpo hasta 127.000 partículas de plástico. Bebiendo solo agua del grifo, la cifra bajaría a 6.000.

De cualquier modo, ingerimos microplásticos a diario. Llegan hasta nosotros por dos vías: los animales, que lo ingieren a través de la preocupante contaminación de nuestro medio ambiente, y esa ingesta llega hasta nuestro plato: están muy presentes en el pescado, los moluscos y mariscos, y hasta en la sal o el azúcar.

"Está demostrado que también la sal de mesa tiene restos significativos de plástico. Ingerimos constantemente estas partículas", apunta Julio Varela, miembro de la campaña de Residuos de Greenpeace en España. También llegan hasta nosotros por la producción y el envoltorio de nuestros alimentos.

Incluso lo respiramos. El impacto real y a largo plazo en nuestra salud está por determinar, pero la realidad es que la toxicidad de los materiales que componen los plásticos están llegando ya a nuestro intestino y también a nuestros tejidos.

"Lo único que sabemos de forma concluyente es que los microplásticos están en las heces de los humanos, pero aún no hay estudios concluyentes de sus efectos", ha destacado el doctor Genis Carrasco, jefe clínico del Hospital de Barcelona. Para combatir esta ingesta contaminada, debemos cambiar radicalmente nuestro hábitos de consumo y erradicar el plástico de un solo uso, y reutilizar todo lo posible.