Hasta no hace tanto, la Antártida era una tierra dominada casi exclusivamente por los pingüinos, las focas y los leopardos marinos. Pero en los últimos 200 años, su ecosistema ha sido sacudido por los humanos. Y, según los últimos estudios, nuestra presencia en el territorio afectaría mucho más a su biodiversidad de lo que creemos.

La revista Nature ha publicado un informe en el que se detalla el impacto que ha tenido nuestra especie en la Antártida en el poco tiempo que hemos tratado con ella. Los datos, recogidos por la Universidad de Monash (Australia), muestran que el ser humano ha tenido una influencia negativa en buena parte del territorio. En un comunicado, explican que las áreas con mayor presencia humana, como las estaciones o espacios turísticos, "a menudo se superponen con zonas importantes para la diversidad".

Realmente, a día de hoy teníamos muy poca información de nuestra actividad en el territorio. Según los autores del estudio, este hecho nunca había sido cuantificado: "Sabemos que en la Antártida no hay ciudades, agricultura o industria. Pero nunca hemos tenido una idea clara de qué porcentaje del continente se ha librado de los impactos del ser humano", explican.

No obstante, todo acaba de cambiar, porque gracias a los 2,7 millones de registros humanos que se han recopilado para la investigación, sabemos que "con las excepción de algunas áreas, principalmente en el centro del continente, el ser humano ha puesto sus pies en todas partes".

Este hecho explica gran parte de la preocupación que esgrimen los autores del estudio. Según cuentan, es cierto que muchas de las áreas que han visitado los humanos son "insignificantes" para el entorno. Pero esto también denota un problema, debido a que la gran mayoría de especies viven en las zonas en las que el ser humano sí ha dejado impacto.

"Solo el 16% de las áreas identificadas internacionalmente como importantes para la conservación de las aves están ubicadas dentro de zonas despreciables". Y a esto se le suma, como explica la entidad, que la gran mayoría de áreas que se consideran "Especialmente Protegidas" están en lugares donde el ser humano está alterando el sistema.

No está todo perdido

No obstante, los autores del estudio también han mandado un mensaje de esperanza: "Si bien la situación no parece prometedora inicialmente, los resultados muestran que existe una gran oportunidad para tomar medidas rápidas, especialmente para declarar nuevas áreas protegidas para la conservación de la biodiversidad".

Por otra parte, Steven Chown, uno de los investigadores, señala que mediante los nuevos enfoques informáticos empleados en la investigación, podría revertirse todo lo que se ha hecho mal: "Estamos proporcionando nuevas ideas cuantitativas sobre preguntas que durante mucho tiempo han sido espinosas para los que hacen las políticas ambientales". Y va más allá: "Este trabajo ofrece formas innovadoras de ayudar a las Partes del Tratado Antártico a tomar medidas para asegurar el desierto de la Antártida".

De este modo, se ratifica que nuestro impacto en la Antártida ha sido mucho mayor del que cabía imaginar, pero también se abre otra puerta. Porque una actuación rápida y a tiempo podría salvaguardar este entorno que, como decíamos, hasta hace bien poco vivía en la más suma tranquilidad.