Carlos Moraga es uno de los primeros voluntarios extranjeros que ha probado la vacuna rusa contra el coronavirus.

laSexta ha podido hablar con este aragonés de 45 años, residente en Moscú, apenas unos días después de que le administrasen la primera dosis.

"Ellos llegaron: '¿Estás seguro, lo quieres hacer? Sí, sí. ¿Por qué? ¡Pues porque me da la gana!'", relata.

Le pusieron la vacuna el pasado domingo y de momento, dice, no ha experimentado efectos secundarios graves, aunque en un principio se sintió "un poco agotado" y "con la cabeza embotada". "Es como si fuera una resaca suave", ilustra.

En pocas semanas -explica- cuando comprueben si ha generado anticuerpos, le pondrán la segunda dosis, "una especie de potenciador de la primera". "Es la que se supone que ya te da la inmunidad, si se comprueba que te da la inmunidad", detalla.

Carlos forma parte de los 40.000 voluntarios a los que el gobierno ruso ya está inyectando su vacuna Sputnik, como parte de la última fase de su desarrollo.

Aunque faltan 180 días para comprobar si realmente es efectivo, el fármaco ya ha sido registrado como la primera vacuna en el mundo contra el COVID-19. "Enseguida ves que todas las vacunas funcionan del mismo modo más o menos, que el proceso ha sido muy parecido en todas", sostiene Carlos, que se muestra convencido de su decisión.

Para él, aunque los rusos siguen sin dar información sobre su vacuna a la OMS, los beneficios son mayores que los riesgos. En su caso, confiesa, ha decidido correrlos para poder visitar a su familia en Zaragoza.

"Son mucho más los beneficios que puedes tener. ¿Que puede haber perjuicios? Puede haberlos. Pero los puedes tener también, abre el prospecto de cualquier medicina", argumenta.