La terapia pionera con la que ya trabaja el Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, es una nueva esperanza para los pacientes trasplantados. Por ahora, se ha puesto en marcha con bebés y con ella se pretende evitar el rechazo a los órganos trasplantados.

Esto ocurre cuando el sistema inmune detecta que hay un elemento extraño en el organismo e intenta eliminarlo a toda costa. Con este tratamiento, que usa células de los propios pacientes, se tiene como objetivo alargar la vida del órgano.

Irene, de tan solo seis meses, ha sido una de las primeras bebés en probar el innovador proyecto. Ha sido trasplantada de corazón y para evitar el rechazo se le han infundido, una semana después de la operación, sus propias células.

Estas se extraen del tejido del timo, situado encima del corazón. Son células inmunes, células T reguladoras, que primero se aíslan y se expanden en el laboratorio y después vuelven al cuerpo de la paciente.

Se trata de una terapia esperanzadora, centrada por ahora en niños, que abre la puerta a que no sean necesarios los fármacos inmunosupresores que provocan más infecciones y muchos efectos secundarios.

Solo rebajar la frecuencia y la dosis de estos fármacos serviría para mejorar la calidad de vida de los pequeños que requieren de un trasplante.