La nueva tendencia entre los milmillonarios ya no pasa por nada terrenal: Jeff Bezos y compañía ahora quieren conquistar el espacio. Y, tras el experimento de Richard Branson, el dueño de Virgin, hace unos días, las grandes empresas ahora han decidido acometer su propia carrera espacial y luchar por ver quién lleva a sus primeros astronautas.

Porque esto no se trata de salir de la órbita exclusivamente. Es la nueva guerra de las galaxias: tres compañías -Virgin (Branson), Blue Origin (Bezos) y SpaceX (Elon Musk)- integran esta nueva e incipiente industria de viajes espaciales, y la diferencia está en quién sí que ha llegado al espacio y quién no. Ser el primero… y pasar a la historia.

La diferencia: un puñado escaso de kilómetros. Los límites del cielo están en la línea Karman, a cien kilómetros sobre el suelo. Quien supera esa barrera, es un astronauta de pleno derecho. Branson se quedó al borde. Y, por eso, no lo es.

Blue Origin, una caída libre espacial

Sí serlo es lo que pretende Jeff Bezos ahora. Y, en vísperas de su viaje, ha emitido qué ven los nuevos astronautas cuando salen de la Tierra a través de un vídeo en el que se ve a un maniquí, llamado Skywalker, como pasajero. Blue Origin (su empresa de turismo espacial) ofrece un viaje en el que observar la bola azul que es nuestro planeta en la inmensa negrura del espacio.

Realmente, sus vuelos se parecen más a una caída libre, moderada, que a un placentero trayecto de vuelo comercial. Una subida y bajada. Con una velocidad modesta, no tiene maniobra de reentrada, la parte más peligrosa de un viaje espacial.

Como afirma el ingeniero industrial Rafael Clemente en El País, esa línea Karman "es la altura a la que el aire está tan enrarecido que un avión convencional tendría que volar a enorme velocidad para que sus alas desarrollasen suficiente sustentación como para mantenerlo en vuelo. Casi ocho kilómetros por segundo, o sea, velocidad orbital: 24 Mach. Ninguna aeronave alcanza esa velocidad", afirma.