El pasado 14 de septiembre de 2015, una pareja de agujeros negros fueron detectados por primera vez en el observatorio de Lousiana y en el deWashinton, colisionando entre sí.

Estos, al chocar, crean un agujero negro con un volumen mucho más grande a los originales. Sin embargo, el resultante no es la suma de las dos masas. Al hacerlo emiten ondas gravitacionales que provienen de una pequeña parte de su masa.

Pese a que este primer hallazgo fue hace tres años, los científicos afirman que en los próximos años se detectaran semanalmente. "Observar estas colisiones también puede ayudarnos a responder una serie de preguntas sobre los agujeros negros, como por qué funcionan como aceleradores de partículas cósmicas, o si la Teoría de la Relatividad General de Einstein es una descripción correcta de su naturaleza", ha declarado a Gimozoo Imre Bartos, físico profesor asistente de la Universidad de Florida y miembro de la Colaboración Científica LIGO.

Según el astrofísico Jillian Bellovary, algo que también creen que es cierto pero no han observado todavía "es que, después de la fusión, el nuevo gran agujero negro recibe un empujón y se aleja en una dirección aparentemente aleatoria".

Los agujeros negros son zonas del espacio tan pequeñas y masivas que representan un punto de no retorno, es decir, un horizonte más allá del cual el espacio está tan deformado que todo lleva al centro del agujero negro del que nada puede escapar.