En el tercer día de vuelo hacia la Luna los astronautas del Apolo 11 se dedicaron, entre otras cosas, a escuchar algo de música. También le hicieron una fotografía a la Tierra y realizaron una transmisión audiovisual de hora y media. Una hazaña tecnológica muy complicada y costosa para la que necesitaron ayuda en todo el mundo.

Más de 500 millones de espectadores vieron a Neil Armstrong pisar la Luna. Una retransmisión que, con mucho esfuerzo, Estados Unidos consiguió mostrar al mundo. En primer lugar, las televisiones estadounidenses lo tuvieron difícil para convencer a la NASA. El equipo audiovisual era muy pesado y la agencia espacial creía que sería mejor dejar ese espacio para otras herramientas más útiles.

Finalmente, el gobierno de Nixon insistió y dieron luz verde a una retransmisión que costó 12 millones de euros. Uno de los objetivos principales de este hecho era restregarle a los rusos la hazaña estadounidense.

Objetivo conseguido con esfuerzos

Para ello, tuvieron que coordinar las antenas de tres puntos equidistantes del planeta para no perder la señal: Canberra en Australia, Goldstone en Estados Unidos y Fresnedillas de la Oliva, aquí en España. En todas se construyeron unas antenas de 26 metros para recibir la retransmisión.

El pequeño paso para el hombre que dio Armstrong forma parte de la memoria de los espectadores gracias a una cámara que colocaron en una parte del módulo, de manera que apuntaba directamente a la escalera.

Hasta los astronautas tenían cámaras. En el casco de Aldrin, se puede ver en el reflejo de Armstrong la cámara con la que sacó la foto. Unos recuerdos que perduran en el tiempo gracias al ánimo de algunos por inmortalizarlos.