Las 'reglas' de la evolución humana podrían estar a punto de cambiar. En una "década", según plantean ya científicos que estudian y trabajan con posibilidad de poner en práctica la ectogénesis en seres humanos en un plazo de diez años, algo que replantearía la forma que tenemos de reproducirnos.
Pero ¿qué es la ectogénesis? Se trata de una práctica por la cual se desarrollan embriones en un entorno ajeno a un cuerpo donde suelen formarse hasta el nacimiento. Esto es, en el caso de los seres humanos, gestar bebés en úteros artificiales, fuera del propio cuerpo de las personas, hasta su nacimiento.
¿Es posible el crecimiento de un organismo en un ambiente artificial? Ya se ha puesto en marcha esta práctica con animales. En concreto, con unos corderos que fueron gestados sin un útero vivo y que acabaron naciendo 'en una bolsa'.
Así lo explicó Alan W. Flake, cirujano pediátrico e inventor del útero artificial para prematuros extremos. En el experimento, los fetos de cordero fueron extraídos del útero materno en las últimas semanas de gestación, entre la 23 y la 27, y se logró mantenerlos con vida y que terminasen de desarrollarse en una 'bolsa' que suministraba líquido amniótico y sangre y que gestionaba el propio corazón de los animales.
Tras este ensayo, los médicos del Hospital de Niños de Filadelfia ya han solicitado a la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) de EEUU la autorización para realizar estos experimentos con humanos en los próximos años. De permitirse, creen que podría llevarse a cabo en humanos con éxito en el plazo de una década.
Esta práctica no solo supondría la gestación y el nacimiento de bebés en úteros artificiales fuera del cuerpo humano. También se cree que podría ayudar a prevenir y solucionar las diversas complicaciones que pueden darse durante un embarazo natural, evitando poner en riesgo la vida de la madre y del feto.
"Si el [feto] estuviera en un útero artificial, sería posible acceder a él y controlar el ambiente sin restringir la autonomía de una mujer", ha explicado al diario 'Metro' la doctora de la Universidad de Oslo, Anna Smajdor.