Rasparse las mejillas o escupir en un bote y después mandarlos por correo para prevenir posibles enfermedades. Está claro que esto, como método científico, tiene sus lagunas. Carmen es una de las personas que se vio tentada a ello.

Con dos cánceres en su madre, buscó en un análisis de ADN la tranquilidad de que a ella 'no' le pasaría lo mismo. Aunque por Internet encontró muchas empresas que se lo ofertaban, finalmente decidió acudir a un centro profesional. "Siempre tiene que haber un médico detrás para ayudarte a entender los resultados", cuenta.

Sin embargo, cada vez más personas recurren a uno de estos test genéticos directos al consumidor. A cambio de una muestra de nuestra saliva, nos dan el riesgo a sufrir más de 100 enfermedades como Alzhéimer, ELA o cáncer.

Enseñamos el análisis que se ha hecho un equipo de laSexta a una bióloga, una bioquímica y a una experta oncóloga. Y los rechazan por el método de secuenciación usado, sin aplicabilidad clínica, y por la confusión que provocan en los pacientes, que, sin asesoramiento médico, pueden creer que tienen o que nunca van a tener enfermedades en las que no hay que bajar la guardia.

También, porque bordean la legalidad. "Siempre se tiene que dar en un proceso de consejo genético. Es lo que dice la ley, e implica asesoramiento profesional y de calidad antes y después del test", explica

Pilar Nicolás, Catedrática de Derecho y Genoma Humano.

Son legales porque sí ofrecen asesoramiento pretest: pero se reduce a un consentimiento informado, bajo letra pequeña que se firma sin leer y con un click, donde avisan, por ejemplo, de que no pretenden sustituir la atención personalizada de profesionales sanitarios.