Científicos de la Universidad de Zaragoza y de la Complutense de Madrid han efectuado un estudio en el que se pone de manifiesto que la Antártida no es un ambiente aislado de la polución derivada de la actividad humana, ya que han encontrado evidencias de contaminación por aerosoles.
Los miembros del proyecto 'Caracterización de aerosoles atmosféricos en la Antártida', del grupo Química y Medio Ambiente de la Universidad de Zaragoza y Química Láser de la Universidad Complutense de Madrid, junto con el Centro Universitario de la Defensa, han hallado la presencia en el aire de concentraciones altas de metales pesados como aluminio, hierro, titanio, níquel, cromo y manganeso, lo que supone que la contaminación puede detectarse a grandes distancias de las fuentes de emisión.
En la investigación, el muestreo de aerosoles en filtros se ha estado desarrollando durante varias campañas antárticas consecutivas (2018-2020) en las cercanías de las bases antárticas españolas 'Gabriel de Castilla', situada en Isla Decepción, y 'Juan Carlos I', en Isla Livingston.
El análisis de los filtros de aire se ha realizado mediante tres técnicas espectroscópicas: FESEM, LIBS e ICP-MS, y gracias a estudios más profundos sobre los resultados se ha podido obtener información sobre las fuentes de origen de los elementos encontrados. Mientras que las concentraciones de aluminio, hierro, titanio y manganeso pueden explicarse por una fuente de origen natural, es decir, corteza terrestre, el níquel y el cromo no proceden de la misma fuente ya que presentan concentraciones muy elevadas atribuibles a actividades humanas.
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En el proyecto han colaborado, por parte de Unizar, Jesús Anzano, Elisa Abás, César Marina Montes y Abrahan Velásquez. De la Universidad Complutense de Madrid han participado Jorge Cáceres y Luis Vicente Pérez Arribas. Y del Centro Universitario de la Defensa ha intervenido Javier del Valle. Los resultados obtenidos se han publicado en la revista científica 'Chemosphere'.