50 kilos de traje a sus espaldas en un entorno completamente oscuro. Solo cuentan con linternas y la ayuda de sus pocos compañeros. Se encuentran totalmente aislados del mundo, como si estuvieran en Marte. Una empresa española lleva cuatro años realizando este tipo de entrenamientos, con el objetivo es preparar a futuros tripulantes. En septiembre van a presentarle a la comunidad aeronáutica las conclusiones sus "misiones".
"Hemos estado durmiendo varios días, dentro la humedad termina metiéndose en los huesos y es difícil soportar", explica Antonio Guillén, uno de los tripulantes. La estancia máxima en esta cueva de Cantabria, por ahora, es de seis días.
Una ardua tarea de investigación que les hace perder completamente la noción del tiempo. "Es como si no pasasen las horas, muestreando a las tres de la mañana, como si fuera las dos de la tarde", cuenta Guillén.
La única zona donde pueden tomar un respiro es un iglú llamado, la Ares Station. Allí se alimentan y duermen. "Unas condiciones mínimas de habitabilidad que se adecua al medio", añade el tripulante.
Todos sus pasos son monitorizados a través de esta sala de control. Al igual que entre la Tierra y Marte, los mensajes tardan en llegar ocho minutos. Una aventura única para los participantes, que les requiere un tremendo esfuerzo mental. El objetivo es preparar a los tripulantes para que en una misión real puedan subsistir un año en Marte de forma autónoma.
Todo un hito
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En su quinto vuelo de prueba, la compañía lanzó el cohete más grande de la historia y logró recuperar la primera fase del mismo, un hito fundamental en el objetivo de hacer partes reutilizables para futuras misiones.