El enfrentamiento entre Reino Unido y Argentina por la soberanía de las Islas Maldivas, conocido como la Guerra del Atlántico Sur, se produjo en 1982 y dejó olvidadas miles de minas trampa que la arena de las dunas y la vegetación han absorbido.
La bahía de Yorke, a las afueras de Puerto Argentino, y capital de las islas Malvinas, es una playa de arena blanca llena de dunas, cuya única vegetación son unos pequeños matorrales de bayas rojas, que miles de pingüinos han elegido para vivir.
Toda la isla está llena de carteles que advierten del peligro de minas olvidadas de la guerra, pero estas pequeñas aves han elegido la bahía para instalar sus nidos y reproducirse debido a que los seres humos no se atreven a pisar la isla.
Su tamaño y peso hace que, aunque pisen las minas, no sea suficiente para hacer detonar las minas y, al estar alejados de los humanos, su población no para de crecer, según relata Matthew Teller en BBC Mundo.
A pesar de esto, la permanencia de los pingüinos en la isla no está asegurada, ya que Reino Unido firmó en 1977 el convenio de Ottawa por el que se comprometía a retirar todos los explosivos.
Después de 35 años todo sigue igual y aunque los lugareños hayan declarado que: "Le decimos al gobierno británico que no gaste el dinero en esto, que lo haga en un país que necesite limpiar su tierra agrícola de minas" su deber es deshacerse de todas las minas.
Aunque esta no es una tarea nada fácil, según ha declarado Teller: "Incluso con los gráficos de la guerra en mano, es imposible saber dónde se ubica cada bomba. Pueden haberse desplazado una gran distancia o estar enterradas a metros de profundidad".
Mientras esto no ocurra los pingüinos seguirán habitando el islote y utilizándolo para vivir alejados de los humanos.