Gracias a una escala que va del 0 al 30, los sanitarios podrán clasificar de una manera rápida y fácil si un paciente es considerado de riesgo para ser ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Este sistema podría haber ayudado a pacientes como Fernando, que ha sufrido la cara más dura de la pandemia. Si hubiese ingresado con este índice en funcionamiento, se podría haber adelantado un diagnóstico más acertado.
¿Cómo? A través de siete variables que determinan el pronóstico de los pacientes COVID en urgencias, una herramienta que ayuda a los médicos en un factor importantísimo: el tiempo. Según esos parámetros, se pueden tomar decisiones rápidas con los pacientes COVID, separando los que pueden ser atendidos de manera ambulatoria y los que deben ser ingresados.
El principal factor que determina el pronóstico en la COVID-19 es la edad seguido del sexo del paciente, la presencia o no de enfermedades subyacentes y la saturación de oxígeno en sangre, entre otros.
Con esos datos, y en una macroperación de cruce de datos coordinada por el Hospital Gregorio Marañón, se ha llegado hasta este índice de 0 a 30 puntos que permite clasificar a los pacientes por el riesgo de mortalidad a 30 días. Una puntuación menor o igual a 2 indicaría un riesgo de mortalidad bajo, entre 3 y 5 el riesgo sería moderado, entre 6 y 8 el riesgo sería alto y entre 9-30 el riesgo sería muy alto (27,7%-100%).
En total, se han analizado a 4.000 pacientes ingresados en 127 hospitales durante la primera ola. Paciente a paciente, se ha conseguido esta herramienta que como fin tiene facilitar la recuperación y agilizar la presión asistencial. Su meta final es que no sea necesario su uso gracias al fin de la pandemia.