Aumenta el pico de alergias estacionales y, con él, las dudas y los bulos sobre su relación con el coronavirus. Uno de los mitos más extendidos es pensar que por ser alérgico hay más riesgo a contagiarse de COVID-19.

El doctor José Manuel Zubeldia, jefe de Alergología del Hospital Gregorio Marañón, lo desmiente tajantemente. Los alérgicos, explica, "tienen un mecanismo de defensa frente a los virus exactamente con las mismas capacidades defensivas que el resto de las personas no alérgicas".

Lo cierto es que el sistema inmunitario funciona igual. De hecho, el año pasado en plena época de alta incidencia de pólenes, los contagios por COVID-19 disminuyeron.

Por otra parte, hay quien duda de si los propios pólenes son transmisores del virus. "Esa aseveración no es cierta. Los pólenes no facilitan el transporte del coronavirus ni la infección por el coronavirus", niega Pedro Ojeda, responsable de comunicación de la Sociedad Española de Alergología.

En cualquier caso, para protegerse del polen, igual que con el virus, los expertos recomiendan proteger con mascarilla la mucosa respiratoria: nariz y bronquios. Según el doctor Zubeldia, "hasta el 80% de la sintomatología de los pacientes alérgicos al polen se vio reducida por el uso de la mascarilla".

Pero, ¿cuál es la mascarilla más recomendada para los alérgicos? Según Ojeda, la FFP2, "una mascarilla que queda más adaptada y ajustada al contorno de la cara, nos cierra más".

Tampoco hay riesgo al recibir la vacuna si el paciente es alérgico. "No existe, salvo que se sea alérgico a alguno de los ingredientes a la composición de la vacuna", precisa Zubeldia.

No obstante, para evitar riesgos, aunque sean mínimos, los expertos aconsejan dejar pasar un plazo de siete días entre la administración de la vacuna de la alergia y la del coronavirus, o a la inversa, a la vez que descartan que por vacunarse contra el COVID-19 las alergias vayan a empeorar.