El silencio tiene múltiples beneficios: produce bienestar, calma y se ha demostrado que es esencial para regenerar nuestro cerebro. En realidad bastan sólo dos minutos de silencio y ya conseguimos que disminuya nuestra presión arterial o el ritmo cardíaco.

Estamos rodeados de distracciones, información, estrés, interrupciones, presión... y nuestro cerebro puede decir basta. Cada año 10.000 personas mueren por el efecto del ruido, según datos de la Agencia Europea del Medio Ambiente. Incluso ellos los más pequeños notan sus consecuencias: el exceso de ruido disminuye el rendimiento escolar y aumenta el riesgo de dislexia.

Por eso hay que aprender a pararse y respirar. ¿Cómo y dónde? El silencio absoluto no existe, pero sí sonidos que sientan bien, como los de la naturaleza. El sonido de un río, el crujir de las ramas, los pájaros... son sonidos que generan sensaciones agradables y segregan dopamina, la hormona de la felicidad.

Un simple paseo por el bosque está comprobado que disminuye la hormona del estrés, reduce la tensión arterial y el azúcar en sangre, mejora la salud cardiovascular y metabólica.

Todo son ventajas. Así que pare, respire y disfrute de no escuchar nada. Su salud se lo agradecerá.