Isídio Pereira era un reconocido ecologista que luchaba contra la explotación ilegal de madera. Sus principios, si bien sirvieron para concienciar de la tala masiva, acabaron con su vida.

Rigoberto Lima denunció la contaminación de un río con el propósito de que este volviera a estar limpio. Pero fue asesinado a tiros a las puertas del juzgado.

Como Isídio y Rigoberto, hasta 185 ecologistas han perdido la vida a lo largo de 2015 luchando por defender la naturaleza. Tres asesinatos cada semana muestran la peligrosidad de la lucha por preservar ecosistemas estables y equilibrados. Cerca del 40% de las víctimas eran indígenas.

El dato es aún peor si se analiza el último lustro, en el que se ha acabado con la vida de más de 750 ecologistas. Querían defender la naturaleza, pero nada les protegía a ellos.