DESDE 500 EUROS

De motos antiguas a eléctricas: la solución a las restricciones, presentes y futuras

Lo que empezó como un experimento acabó consolidándose en un proyecto que, hasta hoy, ha permitido reconvertir más de 3.000 vehículos.

Un mecánico da los últimos toques para convertir una moto de combustión en una moto eléctrica en Francia.

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Un taller transforma motos antiguas y ciclomotores de gasolina en eléctricos para que puedan volver a circular por Paris, en línea con la transición ecológica y las restricciones urbanas por la contaminación.

La iniciativa del taller Noil Motors en Montreuil, impulsada por tres amigos apasionados desde que eran niños de las dos ruedas, forma parte de una tendencia que combina la transformación hacia la movilidad limpia con la economía circular.

"El impacto es concreto: convertir una moto térmica en eléctrica permite ahorrar unos 200 kilos de CO₂ al año por escúter", explica Victor Bréban, cofundador de la compañía junto a Clément y Raphaël. Además de ese efecto inmediato sobre las emisiones, la conversión evita la fabricación de nuevos vehículos eléctricos, con el coste ambiental que ello implicaría, y ofrece una alternativa en zonas rurales donde a menudo se recurre al coche incluso para trayectos cortos.

También contribuye a frenar la exportación de vehículos antiguos hacia Europa del Este o África, donde terminan acumulados en grandes desguaces al aire libre.

La idea de la empresa surgió a partir de una experiencia personal. Bréban poseía una escúter que ya no funcionaba correctamente y, con sus amigos, decidió electrificarla para poder seguir utilizándola.

Lo que empezó como un experimento acabó consolidándose en un proyecto que, hasta hoy, ha permitido reconvertir más de 3.000 vehículos.

El procedimiento es relativamente sencillo: se retira el motor y el tubo de escape y se sustituye por un kit eléctrico compuesto por batería, motor y cableado. El proceso dura entre dos y tres horas y puede realizarse en el taller central o en garajes asociados, ya que los equipos están diseñados para ser fácilmente instalados.

"Nuestra misión es demostrar que la movilidad eléctrica no empieza con un vehículo nuevo, sino que puede surgir de lo que ya existe", explica Bréban.

La dimensión cultural es también relevante. Muchos de los modelos que se electrifican son ciclomotores clásicos como los Solex, los Motobécane o los Peugeot 103, que marcaron la movilidad de generaciones enteras en Francia, España o Italia.

Para los fundadores de Noil Motors, la electrificación permite prolongar la vida útil de ese patrimonio, adaptándolo a las exigencias actuales en materia ambiental y regulatoria.

"Cada moto que electrificamos evita fabricar un vehículo nuevo y reduce emisiones, pero también da una segunda vida a un patrimonio que de otro modo acabaría abandonado", afirma Bréban.

El coste de la conversión varía en función del vehículo. En el caso de los ciclomotores más sencillos, como un Solex, puede rondar los 500 euros, mientras que para las escúteres más potentes alcanzan entre 4.000 y 5.000 euros.

Bréban sostiene que, en cualquier caso, resulta más económico que la compra de una moto eléctrica nueva, un mercado aún limitado en Europa.

Según la Asociación Europea de Fabricantes de Motocicletas (ACEM), las escúteres eléctricas representan apenas entre el 3 % y el 4 % de las ventas de dos ruedas en Francia y en Europa, con una oferta que procede en su mayoría de Asia y que no siempre responde a los gustos ni a los hábitos de los consumidores europeos.

Las autoridades francesas han establecido incentivos para fomentar estas reconversiones. Existe una ayuda específica, conocida como 'prime au retrofit', que concede 1.100 euros para la electrificación de motos y escúteres de más de tres años.

A ello se suman ventajas urbanas que buscan incentivar la movilidad limpia: en París, por ejemplo, los vehículos eléctricos de dos ruedas están exentos del pago de estacionamiento, un detalle que cobra importancia en una capital donde las restricciones al tráfico se endurecen año tras año.

El principal obstáculo que enfrenta la empresa es la reglamentación. En Francia, la homologación de las motos convertidas es posible y permite su matriculación sin problemas, pero la normativa varía en cada país de la Unión Europea y no existe un marco común que facilite el proceso.

"Cada Estado tiene sus reglas y eso limita la expansión de esta solución a escala europea", admite Bréban, que señala el interés de clientes en países como España, Italia, Alemania o Bélgica, donde en ocasiones la falta de reconocimiento legal dificulta el uso de los vehículos electrificados.

El perfil de los clientes es diverso. Hay particulares que desean conservar una moto que ya poseen, profesionales que la utilizan en sus desplazamientos diarios, empresas de alquiler turístico que ofrecen recorridos en ciclomotores antiguos y algunas administraciones locales interesadas en soluciones de movilidad sostenible.

Noil Motors concentra de momento su actividad en vehículos de dos y tres ruedas. Bréban descarta, al menos a corto plazo, extender el modelo a los automóviles, en parte porque las preocupaciones sobre autonomía y acceso a puntos de recarga siguen siendo un freno para los conductores.

El cofundador resume la filosofía de la empresa como una contribución a la movilidad sostenible desde la economía circular: "No se trata de oponerse a los motores térmicos, sino de ofrecer una opción adicional que responda a las nuevas necesidades".

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