NO ES POR TU LIBERTAD
La verdad oculta tras el carnet de conducir a los 17 años: Europa no te está haciendo ningún favor
Seguramente te has enterado de la propuesta de Bruselas de rebajar la edad del carnet de conducir a los 17 años de edad. ¿De verdad crees que se hace por los jóvenes? ¿O quizá se deba a la falta de mano de obra en el transporte por carretera? Veámoslo.

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La noticia de que la Unión Europea ha aprobado que los jóvenes puedan obtener el carnet de conducir a los 17 años, siempre que vayan acompañados por un adulto con experiencia al volante suena a revolución juvenil. Una especie de adelanto simbólico de independencia, un permiso “tutorial” que permite a los adolescentes ponerse al mando de un coche antes de la mayoría de edad. Pero como suele pasar con las cosas que parecen demasiado buenas para ser verdad, aquí hay gato encerrado, y lo que se vende como una conquista de libertad tiene más de estrategia laboral y económica que de gesto altruista. Si uno lee la letra pequeña, se da cuenta de que Europa no quiere que conduzcas para disfrutar de tu libertad porque su plan es que conduzcas para trabajar.
Lo han envuelto bien en papel de regalo mediante un discurso de seguridad vial y de responsabilidad temprana, hablando de “acompañamiento” y “formación gradual”, pero detrás del brilli brilli se esconde una verdad incómoda: que el continente se está quedando sin conductores profesionales. El transporte por carretera, tanto de camiones como de autobuses, lleva años en crisis, con una edad media que supera los 50 años y con decenas de miles de vacantes que nadie quiere cubrir, y lo digo por experiencia propia: Soy hijo de camionero y también pasé. Así que la jugada se ve mejor que una baliza V16 en recta en una noche despejada: si bajamos la edad para conducir coches, y de paso también la de camiones (de 21 a 18 años) y de autobuses (de 24 a 21), abrimos el grifo del relevo generacional. Pero no porque Europa quiera verte libre, sino porque necesita que muevas mercancías.

No es una teoría conspiranoica porque está en los propios informes de Bruselas. Se habla de “favorecer la movilidad laboral”, de “facilitar el acceso de los jóvenes al sector del transporte”, de “responder a la demanda de profesionales”. De todo menos de mejorar las condiciones a los asalariados o rebajar las normas para que entren nuevos autónomos. Traducido: quieren mano de obra joven, moldeable y barata. Lo de la seguridad vial queda bonito para la nota de prensa, pero si la preocupación fuera esa, se invertiría en educación y formación vial de calidad y no en poner adolescentes al volante de un coche con un tutor al lado y un GPS que chiva hasta cuando parpadeas.
Es más, quizás tendría más sentido facilitar el acceso a la formación en conducción permitiendo que, por ejemplo, las clases pudieran ser impartidas por familiares, tal y como ya se ha planteado en algún país de Europa.
Un permiso con más marketing que libertad
En España no se aplica todavía, pero la DGT ya ha dejado caer que estudiará cómo integrarla cuando la directiva europea sea obligatoria, y como suele pasar, se revestirá de modernidad y se venderá como una forma de dar oportunidades a los jóvenes en un país donde la emancipación media llega a los 30 años y donde tener coche propio es casi un lujo. La trampa está en el enfoque: no es lo mismo conducir para aprender que conducir para mantener a flote un sistema que hace aguas por todas partes. El carnet de conducir a los 17 años suena a libertad, sí, pero es más bien una puerta trasera hacia el empleo temprano y la precariedad sobre ruedas.
Los defensores de la medida argumentan que así los jóvenes “acumulan experiencia” antes de tener plena autonomía al volante, lo que en teoría reduciría los accidentes cuando cumplan los 18. Puede que eso funcione en países donde las carreteras son un reloj suizo y los adolescentes viven a diez minutos del instituto, pero no en una España de los polígonos y las rotondas infinitas. Aquí el problema no es la edad del conductor, sino la falta de educación vial real.
Además, hay una cuestión psicológica que nadie quiere mencionar: a los 17 años todavía se es más pasajero que conductor. Se busca libertad, sí, pero también aprobación, ser el más macho. Cuando lo mezclas con la conducción, da como resultado algo que la DGT conoce bien: exceso de confianza, cero experiencia y una fe ciega en que los que se matan en carretera son los demás. Por eso el supuesto acompañamiento adulto no garantiza nada. Además, todos sabemos que el tutor acabará mirando el móvil mientras el chaval prueba cuánto corre el coche “sin pasar de 3.000”.

La trampa europea: disfrazar la necesidad de oportunidad
Lo que Europa vende como progreso en movilidad es en realidad una respuesta desesperada a los cálculos de la Comisión Europea que dicen que el transporte por carretera necesita más de 400.000 conductores en los próximos años. Así que no, no es casual que coincida el permiso a los 17 con la rebaja de edad para camiones y autobuses. No se trata de educar, sino de preparar una cantera de conductores que llenen los huecos de un sector envejecido, duro, cada vez menos atractivo y peor pagado.
La idea está genial si eres una empresa logística de las que hundieron a los autónomos del transporte por carretera o un ministro que teme el colapso del transporte, pero si eres un chaval de 17 años, la cosa cambia. Te venderán que puedes conducir antes que tus amigos, pero el objetivo no es tu libertad, sino tu disponibilidad. Detrás de cada joven con carnet hay una nómina futura, un contrato temporal y un sector que se mantiene a base de promesas de progreso que se convierten en jornadas interminables y semanas sin ver a los tuyos a cambio de cuatro duros. Es la vieja historia de siempre: disfrazar la necesidad de oportunidad y recurrir a lo que sea salvo a hacer las cosas bien.
Mientras tanto, los de Bruselas hablan de educación vial avanzada como si rebajar la edad para conducir fuese sinónimo de madurez (madurez a los 17, ojalá). No. Europa no te está haciendo ningún favor. Te está preparando para una carretera que no elegiste, pero que ya está marcada en el GPS de su economía.
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