¿DEBERÍAMOS VOLVER A LOS BOTONES?
¿De verdad necesitamos una pantalla más en el coche?
Hay preguntas que uno debería hacerse antes de salir del concesionario con un coche nuevo. En estos tiempos, hay una que se impone por encima de todas: ¿de verdad necesito otra pantalla?

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En pleno 2025 parece que los fabricantes han decidido convertir el habitáculo en una feria del píxel. Da igual la marca, da igual el segmento: si no llevas mínimo 13 pulgadas delante de la cara, no estás en la onda, y si es curva, flotante y responde a la voz, mejor.
El problema es que ya no se trata solo del tamaño. Es la cantidad, la ubicación, la función y lo que te obliga a hacer mientras conduces, y, por fin, alguien con peso ha dicho basta: Euro NCAP ha anunciado que va a empezar a penalizar el uso excesivo de pantallas en sus pruebas de seguridad.
Una moda que ha cogido velocidad sin mirar atrás
El origen de esta fiebre viene del mundo del teléfono móvil. La industria vio que todos llevábamos un rectángulo brillante en la mano, y pensó que eso mismo debía trasladarse al coche. De ahí al salpicadero todo pantalla, al volante con funciones hápticas y a los retrovisores por cámara, había solo un paso.
Lo que empezó como un toque de modernidad en el sistema multimedia ha terminado ocupando todo el frontal del habitáculo. Ya no hay mandos físicos, ya no hay ruletas, ni siquiera palancas para los limpiaparabrisas. Todo está embutido en pantallas que parecen diseñadas para presumir más que para conducir.
Y claro, cuanto más táctil es todo, más te obliga a apartar la vista de la carretera. Lo que antes hacías al tacto, ahora exige precisión quirúrgica con el dedo y, muchas veces, más de un intento, y eso, en circulación, es un riesgo.
El espejismo de lo digital
Uno podría pensar que este salto hacia lo digital es sinónimo de progreso. Pero si lo que ganamos en diseño lo perdemos en usabilidad, quizá no sea tan buena idea. Porque sí, el habitáculo queda más limpio. Pero el día que no sabes subir el volumen sin meterte en cinco menús, te das cuenta de que algo falla.
Muchos fabricantes venden esta tendencia como una simplificación con menos botones, más intuitiva, y más limpia, pero lo cierto es que la mayoría de las pantallas no son tan intuitivas, ni tan rápidas, ni tan seguras como deberían, y la estética no puede estar por encima de la función.
De hecho, la mayoría de los accidentes causados por distracciones al volante ya no tienen que ver con el móvil, sino con los propios sistemas del coche. Que si buscas el menú de los retrovisores. Que si no encuentras la recirculación. Que si se ha colgado el climatizador. Todo eso, con el coche en marcha, es una receta para el desastre.

Euro NCAP saca la lupa
La noticia que ha hecho saltar las alarmas es que Euro NCAP, la organización que analiza la seguridad de los coches en Europa, ha dicho que va a empezar a penalizar el uso excesivo de pantallas, y no hablamos de detalles menores, sino de algo que puede afectar directamente a la puntuación de seguridad.
Lo que proponen no es eliminar pantallas, sino limitar su uso para ciertas funciones críticas. Por ejemplo, que las luces, los limpiaparabrisas o la climatización básica sigan teniendo controles físicos accesibles. Porque, por muy bonitos que queden en la pantalla, no son funciones para toquetear a ciegas a 120 por hora.
Esto, en realidad, no debería sorprendernos. Llevamos años viendo cómo se penaliza el uso del móvil al volante. Pues bien, muchas de estas pantallas son igual de peligrosas. La única diferencia es que vienen de fábrica y no puedes guardarlas en el bolsillo.
Fabricantes divididos entre la lógica y el marketing
Lo curioso es que no todos los fabricantes están reaccionando igual. Mientras algunos siguen apostando por pantallas más grandes y más funciones digitales, otros han empezado a recular. Volkswagen, por ejemplo, ha anunciado que volverá a poner botones físicos en sus coches tras las críticas recibidas por sus sistemas táctiles.
BMW, por su parte, está aplicando una solución más razonable: mantiene pantallas grandes, pero con redundancia física en funciones clave. Lo mismo está haciendo Mazda, que ha optado por no poner pantalla táctil cuando el coche está en marcha, obligando a usar el mando giratorio. No es tan cool, pero sí más seguro.
El problema es que muchos modelos económicos copian esta tendencia sin los recursos para hacerla bien. Así que acabas con coches con pantallas baratas, lentas, y con interfaces horribles. Es decir, lo peor de los dos mundos.
Entonces, ¿más pantallas o más sentido común?
La clave aquí no es volver al pasado ni renegar de la tecnología. Es saber usarla con cabeza. Hay funciones que ganan mucho con una buena pantalla, como el navegador o la cámara de marcha atrás. Pero hay otras que nunca deberían haber salido del botón físico.
El conductor necesita respuestas inmediatas y sin distracciones. No menús infinitos, ni sistemas que se actualizan mientras conduces, ni asistentes de voz que no te entienden. Todo eso suena muy futurista, pero en la práctica, resta más de lo que suma.
Así que no, no necesitamos una pantalla más. Necesitamos mejores soluciones, más seguras, más ergonómicas, y sobre todo, menos obsesión con convertir el coche en un móvil gigante. Porque la carretera no es una app, y tú no deberías ser su beta tester.
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