NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA
Modelos que se vendieron mejor en países donde no fueron diseñados
Las marcas no siempre lo planifican así, pero cuando pasa, suele deberse a que el coche resuelve algo concreto: es barato, duro, fácil de arreglar o, simplemente, encaja culturalmente.

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A veces el coche se hace famoso lejos de casa. Lo diseñan en un país con una idea clara de lo que debería ser, pero resulta que donde realmente lo peta es en otro lugar, donde nadie lo esperaba.
Este fenómeno no es anecdótico. Hay coches que han vendido millones de unidades en mercados lejanos mientras en su país natal apenas dejaron huella. No hablamos solo de exportaciones puntuales, sino de historias de éxito que duraron décadas, y no siempre fue por diseño: muchas veces fue cuestión de resistencia, precio y oportunidad.
Hoy vamos a ver dos ejemplos de coches diseñados en un sitio, pero que terminaron siendo más queridos en otro. No son coches de póster, pero sí de los que llenaron calles, talleres y recuerdos. A veces, lo que más funciona no es lo que más brilla.
Fiat Uno: italiano de nacimiento, brasileño de corazón
El Fiat Uno se diseñó en Italia y se lanzó en 1983 como un utilitario práctico, cuadrado y sin florituras. En su país de origen funcionó bien: se produjeron más de seis millones de unidades, con cerca de cuatro millones quedándose en Italia. Su pico fue en 1986, cuando vendió más de 430.000 unidades y llegó a copar casi una cuarta parte del mercado.
Hasta ahí, todo bien. Pero lo sorprendente vino después. En Brasil, el Uno se convirtió en algo más que un coche. Empezó a fabricarse en 1984 y no dejó de producirse hasta 2014. En ese tiempo, se vendieron unas 3,6 millones de unidades, aunque sumando años no reportados, las estimaciones apuntan a unos 4,1 millones. Casi tanto como en Italia, pero con una duración de producción mucho mayor.
La clave fue la adaptación. En Brasil se convirtió en un coche para todo: barato de mantener, duro, económico, ideal para un país con distancias largas y bolsillos justos. Motores simples, mecánica sin complicaciones y una imagen de "coche del pueblo". Generaciones enteras lo conocieron, lo condujeron y lo repararon. En Italia fue una moda útil. En Brasil, fue un estilo de vida.

Lada Classic: del frío soviético a la exportación masiva
El Lada “Classic”, basado en el Fiat 124, fue rediseñado por los ingenieros rusos para resistir inviernos brutales y carreteras que parecían campos de batalla. Lo sacó AvtoVAZ en 1970 y empezó una producción que se extendió hasta 2012. En total, se fabricaron más de 20 millones de unidades, y aunque mucha gente asocia a Lada con Rusia, la gran parte de esos coches no se quedaron en casa.
El “Classic” se vendió con distintos nombres según el país: Riva en el Reino Unido, Signet en Canadá, Nova en Alemania, y sí, se vendieron por millones. En países del bloque soviético y también fuera de él. El coche no era bonito ni moderno, pero era barato y resistente. Donde hacía falta un coche que aguantara maltrato y frío, el Lada funcionaba.
Las cifras son elocuentes: más de 15 millones de esos 20 se exportaron, sobre todo entre los años 80 y principios de los 2000, y eso sin contar el mercado de segunda mano que se movía a golpe de barco o tren. En Rusia, el coche cumplió. Fuera, encontró una clientela que agradecía que algo tan básico funcionara sin pedir nada a cambio.
El éxito se mide donde la rueda toca el suelo
Ni el Fiat Uno ni el Lada Classic nacieron pensando en Brasil o en Canadá. Pero allí fue donde realmente se convirtieron en algo más que un coche. La producción prolongada, la adaptación local y las estrategias de exportación bien ejecutadas los convirtieron en superventas lejos de casa.
Esto no va de romanticismo. Va de necesidad. El coche que mejor encaja no siempre es el más guapo, ni el más rápido, ni el que tiene más pantallas. A veces es el que llega justo a tiempo, con el precio correcto y sin pretensiones, y ahí, ni la bandera del capó importa.
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