TODO SE PAGA

La gran estafa de los coches nuevos: tu próximo coche costará 3.000 euros más por culpa de una multa de la UE

Los coches nuevos no son más caros solo por moda o por el paso a lo eléctrico. Detrás de ese sobreprecio hay sanciones millonarias que Bruselas impone a las marcas por contaminar demasiado. Un castigo que, al final, pagamos todos los que compramos un coche.

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Si has mirado el precio de un coche nuevo últimamente, te habrás dado cuenta: todo cuesta más, incluso lo que no ha cambiado casi nada. No es tu imaginación ni una simple “subida por la inflación”. Es una factura silenciosa que los fabricantes están pasando al cliente final. Y el motivo tiene nombre y apellido: las sanciones de la Unión Europea por exceso de emisiones de CO₂ y el coste de desarrollar nuevos coches con bajas emisiones.

Porque sí, las marcas de coches pagan multas millonarias si su media de emisiones supera los límites marcados por Bruselas e invierten millones en el desarrollo de nuevos modelos de bajas emisiones. Pero no te engañes: esas multas no las pagan ellos. Las "pagas" tú, cuando firmas la financiación o das la señal en el concesionario. Y no importa que tu coche no sea ECO, también lo pagas, ¿por qué crees que pueden vender coches eléctricos e híbridos con precios algo más bajos? Porque lo compensan con subidas en el resto de modelos.

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Solo un 4% de los españoles plantea comprarse un vehículo en 2022 | Europa press

Una multa de 8.000 millones que pagamos todos

La UE impone sanciones de 95 euros por cada gramo de CO₂ que exceda el objetivo anual, multiplicado por cada coche vendido. Y eso, en números globales, ha supuesto más de 8.000 millones de euros en multas para los fabricantes europeos en los últimos ejercicios.

Marcas que antes jugaban con márgenes cómodos ahora se enfrentan a un dilema: o invierten miles de millones en electrificación, o siguen pagando multas astronómicas. Y la decisión, claro, la están resolviendo a su manera: trasladando el coste al comprador.

Por eso, lo que antes era un utilitario por 18.000 euros ahora cuesta 21.000. Y un compacto que rondaba los 25.000, se dispara a 28.000. La diferencia no es casual: son los nuevos costes de cumplir —o al menos aparentar que se cumple— con la ley del CO₂.

El precio de ser “sostenible”

A la presión de las multas se suma el coste brutal de desarrollar eléctricos, híbridos enchufables y toda esa tecnología que promete salvar el planeta. Cada nuevo modelo eléctrico necesita inversiones que se cuentan en miles de millones y plataformas específicas que tardan años en amortizarse.

Y como el mercado aún no da beneficios netos con los eléctricos, el negocio de los coches tradicionales —tus coches de siempre— sirve de colchón. Así que el comprador de un gasolina o diésel está subsidiando el desarrollo eléctrico. Ironías del progreso.

Mientras tanto, los mensajes publicitarios siguen hablando de sostenibilidad, pero la realidad es más prosaica: estás pagando el precio de la transición energética sin darte cuenta.

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Comprar coche | Freepik

Europa aprieta, las marcas se defienden

Bruselas mantiene su hoja de ruta sin contemplaciones: en 2035, fin de las ventas de coches nuevos con motor de combustión, al menos de momento –todavía no se ha tomado una decisión sobre su posible modificación–. Y antes de eso, cada año más exigencia, menos margen y más presión económica sobre los fabricantes.

Algunos —como Stellantis o Volkswagen— han logrado reducir sus sanciones mejorando la eficiencia media, pero otros siguen al límite. Y todos, absolutamente todos, han inflado precios para no perder rentabilidad. El discurso ecológico queda muy bien, pero el resultado es que los coches nuevos son cada vez más caros incluso para quien no quiere un eléctrico.

Pero eso no es todo. Para evitar las multas, muchos fabricantes compran “bonos de CO₂” a otras marcas que van sobradas de margen, es decir, que emiten menos de lo que la normativa permite. Tesla, por ejemplo, ha ganado cientos de millones de euros vendiendo derechos de emisiones a grupos como Fiat o Volkswagen.

En la práctica, esto significa que los fabricantes que no cumplen “compran” aire limpio a los que sí. Es una forma legal de maquillar los números, pero no gratis: ese dinero sale del mismo sitio de siempre, del bolsillo de los compradores.

¿Solución o castigo disfrazado?

Nadie discute que reducir emisiones sea necesario. Lo que escuece es que el ciudadano de a pie acabe pagando los platos rotos de decisiones políticas, estrategias industriales lentas y un cambio tecnológico forzado.

Así que cuando veas que tu próximo coche cuesta 3.000 euros más que el mismo modelo hace tres años, recuerda esto: parte de ese dinero no mejora el coche. Solo sirve para que la marca pague sus multas y financie el futuro que te han prometido.

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