CULTURA DEL AUTOMÓVIL

EE.UU. vs Europa: dos formas de hacer coches, dos mundos que apenas se rozan

Filosofías distantes. La cultura automotriz americana frente a la del viejo continente. El tamaño, los deportivos, los de lujo.

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El contraste entre las radiografías que se proyectan de ambos lados del Atlántico es notable. El presente es demoledor. Solo basta con echar un vistazo a los rankings de ventas y habrás viajado mentalmente a dos mundos distintos. Los hatchback de cinco puertas, los B-SUV y un protagonismo más elocuente de SUV compactos en Europa. Los sedanes, una tendencia mayor de SUV compactos para arriba y las inoxidables pick-up en Estados Unidos.

Aunque una cosa sea la comparación de mercado, señalar la prioridad norteamericana por las trucks y los SUV de medianas y grandes dimensiones refleja esa cultura histórica del cuanto más grande, mejor. Por su parte, el viejo continente se ha visto afectado por condicionantes que lo han encarrilado al hábito del cuanto más compacto, mejor. Fuerzas mayores como los espacios urbanos limitados y un impacto ambiental más prematuro aquí que allá –de los años setenta en adelante, sobre todo– definieron el escenario.

Y cuanto más ominoso, también, ¿por qué no? Esto último le cabe, por ejemplo, al rendimiento en sus múltiples facetas. Estados Unidos y Europa han tenido de tradición tactos diferentes en cuanto a los diseños y a las potencias. Sobre esto último, los norteamericanos históricamente se han desvivido por darle a sus vehículos cifras de caballos de fuerza estratosféricas. ¡Dodge, a la cabeza!

Sutileza europea vs. ominosidad americana

Eso nos lleva a la comparativa entre deportivos. La agresividad en las figuras y los perfiles estirados constituyen rasgos inconfundiblemente americanos. Pontiac GTO, Ford Mustang, los muscle cars de Dodge y de Plymouth, como el Barracuda, vaya ícono, el Camaro SS... Otros exponentes como el Shelby Mustang GT500 y el Corvette Stingray supieron aportar algo de encanto, pero hablamos de dos lenguajes en uno.

Bellos y bestias, esos dos mencionados. No por nada en 60 segundos, el protagonista trata a Eleonor con cariño: sabe que está ante una maravilla del diseño, pero también frente a un indomable, lo que se refleja en su semblante. La escuela europea se ha regido con algo más de independencia de estilos si comparamos cada sello de las marcas referentes. A un Porsche, nada se le parece. Tampoco a un Lamborghini. También han sabido perfeccionarse mejor en el arte de dejar deportivos estéticamente únicos.

Incluso en el universo del coche más exclusivos, las filosofías se han forjado sobre distancias más grandes que el océano que las separa. ¡Basta con repasar la sutileza de modelos de hace 50 años como un Mercedes-Benz W116 o un Bentley T1 con los exagerados rasgos que salían de las factorías de la General Motors, como los del Cadillac Deville, que no se ponía colorado para exhibir su ostentosa interpretación del lujo americano!

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