TRES MITOS
Ediciones limitadas de coches que nadie pidió (pero ahora valen un dineral)
En su día, pasaron sin pena ni gloria. No eran coches especialmente rápidos, ni mucho más equipados, ni mucho más caros… pero llevaban una chapita conmemorativa, una pintura exclusiva o un nombre que prometía deportividad sin ofrecerla del todo.

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En su día, pasaron sin pena ni gloria. Versiones raras, a veces incluso algo absurdas, que las marcas lanzaban para animar las ventas de un modelo que empezaba a languidecer. No eran coches especialmente rápidos, ni mucho más equipados, ni mucho más caros… pero llevaban una chapita conmemorativa, una pintura exclusiva o un nombre que prometía deportividad sin ofrecerla del todo.
Sin embargo, ahí están ahora: buscadísimas. Porque en un mercado lleno de coches idénticos y fabricados en masa, cualquier cosa que huela a “único” dispara las pasiones de los coleccionistas. Aunque en su día ni se agotaran ni se vendieran a sobreprecio, ahora hay quien paga más del doble de lo que costaban nuevas.
Es el encanto de lo raro, incluso de lo innecesario. Lo que no se puede repetir. Un capricho que no respondía a ninguna necesidad real, pero que hoy (cuando todos los coches parecen salidos del mismo molde) se ve como un acto de rebeldía con ruedas.
El Renault Clio Williams… sin herencia directa
Cuando Renault sacó el Clio Williams, muchos pensaron que estaba desarrollado por el equipo de Fórmula 1. No era cierto. El coche lo había hecho Renault Sport, y de la escudería apenas llevaba el nombre. Tampoco era una edición especialmente limitada, porque tras anunciar 3.800 unidades, acabaron fabricando más de 12.000. Aun así, es uno de los compactos deportivos más cotizados de los 90.
Su éxito no fue inmediato, y eso que iba muy bien. Lo que ocurre es que en su momento no había tanto furor por lo “exclusivo”. Era un coche con un motor 2.0 de 150 CV, unos asientos más envolventes y unas llantas doradas que le daban aspecto de coche de rallies. Hoy, sin embargo, todo eso lo convierte en una joya.
Hay unidades muy bien conservadas que superan los 25.000 euros. Mucho más de lo que valían nuevas. Es el mejor ejemplo de una edición que parecía solo marketing… pero ha acabado siendo una de las más recordadas.

Los Peugeot Roland Garros: perfume de otro tiempo
Durante los años noventa, Peugeot se volvió loca con las ediciones Roland Garros. Había 205, 306, 106 e incluso 806 con ese acabado. No eran coches deportivos ni lujosos: llevaban un tapizado más cuidado, colores verdes con detalles crema, una pelota bordada en los asientos y poco más. Pero daban imagen, o al menos lo intentaban.
Eran versiones que buscaban atraer a quien quería distinción sin pagarla cara. No eran especialmente caras, ni escasas. Aun así, han envejecido con cierto encanto. Algunos 205 y 306 Cabrio Roland Garros, sobre todo en buen estado, se cotizan bastante bien, en parte por esa estética tan peculiar que los convierte en cápsulas de los 90.
Lo curioso es que nadie pedía un Peugeot con nombre de torneo de tenis. Pero hoy, si ves uno bien conservado, tiene un aire tan absurdo y singular que hasta resulta deseable. Un coche del que te ríes al principio… y luego te lo quedas.
Alfa Romeo 147 Ducati Corse: ¿por qué no?
Lo más parecido que tuvo Alfa a una colaboración con una marca de motos fue este 147 Ducati Corse. ¿Tenía algo de Ducati? Nada más allá del nombre, unas llantas oscuras, pintura deportiva y algún que otro detalle estético. Pero lo curioso es que funcionó. Porque aunque la mecánica era la de siempre (un 1.9 JTDm con 170 CV), venía muy bien equipado, era relativamente raro… y tenía gancho.
No fue un superventas, y tampoco era un coche que ofreciera algo radicalmente nuevo. Pero con el tiempo, ha pasado de “edición especial sin sentido” a “uno de los 147 diésel más buscados”. Los fanáticos de Alfa (que los hay, y muchos) saben que encontrar uno en buen estado no es fácil, y los precios lo reflejan.
Como pasa tantas veces, lo que no tenía mucho sentido cuando era nuevo… ahora se ha vuelto interesante por eso mismo. Por no haber encajado del todo.

El valor de lo absurdo
Lo que hace que estas versiones valgan tanto hoy no es su utilidad, ni su tecnología, ni siquiera su rendimiento. Es el contexto. Son raras, son de una época muy concreta, y sobre todo, no se pueden repetir. Hay algo de nostalgia, claro. Pero también mucho de búsqueda de lo singular en un mercado cada vez más homogéneo.
Lo que nadie quiso en su día, hoy puede ser una joya. Así de caprichoso es el mundo de los coches clásicos, y así de importantes son, a veces, las decisiones de marketing que parecían irrelevantes.
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