TECNOLOGÍA ESPACIAL

El coche que se diseñó para ir por Marte… y acabó en una rotonda de Soria

El Toyota Sera, el Nissan Pulsar EXA o el Subaru XT fueron ejemplos de la fiebre por el mañana. Todos tenían algo de nave espacial, y todos acabaron estrellándose contra el muro de la realidad.

Nissan Pulsar EXA

Nissan Pulsar EXANissan

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Algunas marcas japonesas se obsesionaron con el futuro durante los años ochenta y noventa. No con el futuro próximo, sino con uno sacado de una novela de ciencia ficción, con coches capaces de anticiparse al conductor, mostrar gráficos digitales en el parabrisas y responder a comandos de voz. El Toyota Sera, el Nissan Pulsar EXA o el Subaru XT fueron ejemplos de esa fiebre por el mañana. Todos tenían algo de nave espacial, y todos acabaron estrellándose contra el muro de la realidad.

La idea era seducir a un nuevo tipo de comprador, uno que viviera a medio camino entre el mundillo del diseño industrial y la informática emergente. La apuesta era ambiciosa: ofrecer coches de producción con soluciones sacadas de los laboratorios de I+D. Y durante un par de años, algunos incluso parecieron funcionar. El problema fue que la infraestructura (y el gusto del público) aún no estaban preparados para asumir tanta excentricidad.

Mientras tanto, en Europa, el cliente medio seguía comprando berlinas diésel, preferiblemente alemanas, con tapicería de terciopelo gris. Las marcas que intentaron traer estos experimentos al Viejo Continente descubrieron rápidamente que aquí el diseño atrevido no bastaba. Hacían falta fiabilidad, practicidad y precios razonables. El resultado: muchas de estas "naves espaciales" terminaron en desguaces prematuros… o en gloriosas rotondas comarcales.

GM Ultralite
GM Ultralite | General Motors

El caso del GM Ultralite y su eco inesperado

Uno de los casos más paradigmáticos fue el del General Motors Ultralite, un concept car de 1992 que parecía diseñado para rodar sobre la superficie marciana. Fabricado casi íntegramente en materiales compuestos y con un diseño aerodinámico extremo, prometía consumos ridículos y emisiones aún más bajas. Tenía cuatro plazas, pesaba menos de 500 kilos y alcanzaba los 220 km/h con un motor de apenas 111 CV.

Nunca llegó a producción, pero su influencia se filtró en modelos posteriores. Algunos elementos acabaron, curiosamente, en coches urbanos sin ninguna ambición aeroespacial. El caso más sonado fue el del Daewoo Tico, un utilitario que, salvando las distancias, heredó ciertos planteamientos del Ultralite: poco peso, eficiencia extrema y un diseño… singular. El problema fue que, a diferencia del concept americano, el Tico no parecía de Marte. Parecía más bien de una tienda de electrodomésticos.

Lo que en teoría iba a revolucionar la movilidad urbana terminó convertido en herramienta de trabajo para repartidores y jubilados. Y hoy, si te das una vuelta por ciertas poblaciones de la España interior, todavía puedes encontrar alguno circulando entre tractores, ciclomotores trucados y compactos franceses de hace tres generaciones. Eso sí, la aerodinámica se la lleva el viento.

Mitsubishi Pajero Evolution
Mitsubishi Pajero Evolution | Mitsubishi

De la NASA a la ITV

En algunos casos, las marcas no solo se inspiraron en tecnología espacial: la compraron directamente. Mitsubishi colaboró con ingenieros que habían trabajado en programas aeroespaciales para diseñar sistemas de tracción total que luego aplicó en modelos como el Pajero Evolution. Otros fabricantes, como Honda, invirtieron en simuladores de gravedad cero para mejorar la ergonomía de sus interiores.

Pero toda esa investigación se diluyó cuando los coches llegaron al mercado. Los sensores se estropeaban con la humedad, las pantallas no se leían con sol y los comandos de voz confundían "radio" con "revisa el motor". A eso había que sumar que el usuario medio no quería sentirse dentro de una cápsula. Quería aire acondicionado, un buen maletero y que el coche arrancara a la primera.

Así, muchos de estos experimentos acabaron en el cajón de los olvidos, convertidos en rarezas para ferias de clásicos o en piezas decorativas en concesionarios con poca rotación. El sueño de un coche interplanetario acabó metido en una estación ITV, con la luna trasera sujeta con cinta americana y el escape colgando como un espagueti. El futuro, parece, no siempre llega en forma de platillo volante.

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