DE 2035 A 2030

Bruselas adelanta la cuenta atrás del adiós a la combustión en estos sectores

La UE quiere forzar a estos sectores, que compran seis de cada diez coches en Europa, a electrificarse cinco años antes de lo previsto.

Un coche cargándose en un punto de recarga público

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La Comisión Europea planea adelantar la prohibición de compra de vehículos de combustión en determinados sectores, una decisión que busca acelerar la transición hacia la movilidad eléctrica. Aunque la fecha oficial para el fin de la venta de coches nuevos con motor de gasolina o diésel en la Unión Europea sigue fijada para 2035, Bruselas propone que, en el caso de las flotas corporativas y las empresas de alquiler, el veto llegue ya en 2030.

La medida tendría un gran impacto, ya que estos sectores representan alrededor del 60% de las matriculaciones anuales en Europa. Países como España, donde el turismo y el alquiler de vehículos tienen un peso económico clave, se verían especialmente afectados. De aprobarse, las empresas tendrían cinco años menos para renovarse, lo que obligaría a una adaptación mucho más rápida de lo previsto.

Un calendario que divide a Europa

La propuesta se enmarca en los objetivos climáticos del Pacto Verde Europeo, que pretende reducir drásticamente las emisiones para 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050. Sin embargo, no todos los Estados miembros comparten el mismo entusiasmo. Alemania, con una poderosa industria automotriz, ha manifestado su oposición a imponer una única tecnología, recordando que aún no ha cumplido sus propias metas de reconversión. Otros países piden que se dé margen a combustibles alternativos y motores de hidrógeno, en lugar de centrarse exclusivamente en la electrificación.

Entre los principales retos para aplicar la medida, los expertos señalan la insuficiente red de recarga en muchos países europeos y el elevado precio de los coches eléctricos, que sigue superando con creces al de los modelos híbridos o de combustión. Esto podría empujar a las empresas de alquiler y a las grandes corporaciones a recurrir a modelos fabricados en China, más económicos, pero que supondrían un golpe para la industria automotriz europea.

La propuesta todavía no es definitiva, pero refleja la creciente presión de Bruselas por acelerar la descarbonización del transporte. Si sale adelante, forzará a parte del sector automotriz a avanzar a marchas forzadas hacia una movilidad sin emisiones, mucho antes de lo que marcaba el calendario inicial. Para algunos, es un paso valiente y necesario; para otros, un riesgo que podría debilitar la competitividad de Europa en el mercado global del automóvil.

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