Un Ferrari hecho para correr… y para sobrevivir.

Antes, los Ferrari eran así

Olvida las pasarelas de hoy. Hubo un tiempo en que Ferrari fabricaba coches a mano, uno a uno, para lanzarlos a competir por carreteras sin guardarraíles. El 212 Export de los años 50 es un recordatorio de cuando la velocidad era aventura y cada curva podía ser la última.

Ferrari 212 Export Touring Barchetta

El diseño del Ferrari 212 Export Touring Barchetta contrasta de forma brutal con el diseño de los Ferrari modernosMecum Auctions

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Hoy decimos “Ferrari” y pensamos en un coche rojo, bajísimo, con un motor que grita como una ópera italiana y un precio que solo cabe en la cuenta de un jeque, o casi, porque con cada nuevo lanzamiento, los Ferrari son más y más caros. Juegan no solo con las prestaciones y su conexión con la Fórmula 1, también con la máxima exclusividad que da su limitada producción y esa forma tan particular que tiene la marca de vender sus coches –quizás tengas el dinero, pero es posible que la marca no te quiera vender uno de sus coches–.

Pero en los años 50… Ferrari era otra cosa. La exclusividad no era tan importante, de hecho, la exclusividad no se tenía en cuenta. En la Ferrari de los años 50 solo importaban las prestaciones, única y exclusivamente las prestaciones. En aquellos años era bastante común salir de casa dirección al circuito donde se disputaba una carrera, competir en ella y volver a casa con el mismo coche, y, obviamente, Ferrari fabricaba coches para eso. ¿Una locura? Quizá, pero es una locura cargada de encanto y muchísima pasión, algo que, por cierto, falta hoy en día.

Un Ferrari actual no podría hacer algo como eso que acabamos de contar, aunque no lo parezca, los modelos de Ferrari actuales se usan más para presumir y lucirse que para salir a quemar adrenalina en circuito o en una buena carretera de montaña. Sin embargo, pero el Ferrari 212 Export de 1951 que Mecum tiene en su catálogo no estaba pensado para lucirse aparcado en la puerta de un restaurante, sino para correr —y ganar— en carreteras que hoy nos parecerían una locura. Es el mejor ejemplo que podemos encontrar para ilustrar como Ferrari, antes, era muy diferente.

Carreteras sin guardarraíles, con grava, curvas imposibles y espectadores que se apartaban en el último segundo. Eran tiempos verdaderamente alucinantes, la seguridad era una quimera, una simple ilusión para débiles y cobardes, para gente destinada a estar sentada en el sofá de casa frente a la chimenea y poco más. Las carreras, y los coches que participaban en ellas, eran muy, muy distintas.

Ferrari 212 Export Touring Barchetta
Fabricado por Touring, este 212 Export no buscaba impresionar, sino ser eficaz y rápido | Mecum Auctions

Imagina un V12 atmosférico sin “tapones” generados por normativas de emisiones o ruido rugiendo, la carrocería fabricada a mano como si fuera un traje de alta costura con chapa de aluminio fina como el papel –el peso era clave–, y un tipo con casco de cuero y gafas de aviador, sentado en un asiento que solo llegaba hasta media espalda, sin cinturon, sin zonas de deformación, “a pelo”.., intentando que el coche no se le fuera de lado a 200 km/h en una calle estrecha, com aceras a los lados, con farolas, con bares llenos de gente… Era conducir, pilotar, pero también era sobrevivir.

Lo más curioso es que cada 212 Export era distinto. No había una línea de producción como ahora. Se fabricaban muy pocos, casi a medida, y cada uno pasaba por manos de carroceros como Touring o Vignale, que lo moldeaban a gusto del cliente. No había dos iguales: uno podía tener una forma elegante y otro parecer un misil con ruedas.

Y sí, corrían en competiciones míticas como la Mille Miglia o el Giro de Sicilia… y luego, si querías, te lo llevabas a casa para ir a por el pan o acercarte al bar de la esquina para charlar y hablar de la carrera. Eran otros tiempos, habría verdadera pasión y los pilotos eran personajes muy peculiares, respetados, amados y odiados por igual.

Hoy, un coche como el Ferrari 212 Export Touring Barchetta puede alcanzar varios millones en una subasta –según Mecum Auctions, hasta cuatro millones de dólares–. Pero más allá del dinero, lo que de verdad vale es la sensación que transmiten: Ferrari era una mezcla de locura, artesanía y competición pura. No era solo un coche rápido, era pasión con ruedas y con matrícula.

Y como dato curioso, mencionar que su motor, un V12 de aspiración natural y carburadores, tenía 2.563 centímetros cúbicos y apenas llegaba a los 150 CV. Solo se hicieron ocho unidades con carrocería Touring y 28 unidades en total del Ferrari 21 Export en sus diferentes versiones. El coche que tiene Mecum Auction, en concreto, fue la unidad que se mostró en el salón de París en octubre de 1951.

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