FORD, CHRYSLER, GENERAL MOTORS
El aire acondicionado en los coches: un lujo que empezó como un capricho inalcanzable
El origen del aire en los automóviles sucedió en Estados Unidos. Breve repaso de su evolución y su introducción en España.

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El aire acondicionado, una función que tardó en explotar como equipamiento básico para un coche, sobre todo en Europa, en comparación con su puesta en práctica del otro lado del Atlántico. Su doble faceta, la del confort y la seguridad, la recibimos de serie en cualquier compacto urbano promedio, pero durante décadas se ofreció como un lujo opcional. Por ejemplo, no fue hasta comienzos de la década de los setenta que SEAT, mediante su sedán 132 de 1973, lo empezó a incorporar a pedido de sus clientes.
Aunque no es el 132 el coche más adecuado para dar cuenta de los orígenes del aire acondicionado. Lujo opcional para automóviles lujosos. El SEAT 132 fue un quiebro para la democratización del aire en el mercado español. Años antes, el Dodge Dart GLE había sido, en acuerdo con Chrysler, el primero de fabricación nacional, producto de la demanda de un equipamiento superior al que daban modelos como el SEAT 1500. Otro caso lo encontramos en los antecesores a la Clase S de Mercedes-Benz, que lo introdujeron, también a pedido del cliente, en los años 50, una década después de los inicios de su desarrollo en Estados Unidos.
La carrera de Detroit. Los fabricantes americanos –Ford, Chrysler, General Motors–, con presencia en el rubro de los electrodomésticos, dieron con el R12, refrigerante fabricado durante más de 60 años, una fórmula química que duró hasta que fue reemplazado por alternativas más ecológicas a mediados de los noventa.

El aire acondicionado en los coches, un invento norteamericano
A finales de los años treinta, Cadillac ya contaba con su propio sistema. Pero la marca a la que se le atribuye la primera aparición del aire acondicionado en un coche no es ninguno de los tres gigantes. El Packard Custom Super Eight One-Eighty 1940 incorporó el denominado Weather Conditioner, suministrado por una empresa que había estado trabajando como proveedora de sistemas de refrigeración para ambulancias.
Un vehículo que podía obtenerse con dos o cuatro puertas, pero que encontraba en el lujo su razón de ser y que, además, lo recordamos por haber llevado el extinto motor de ocho cilindros en línea. Unas 150 unidades se incorporaron al Packard al valor de época de 274 dólares. El sistema ya había evolucionado y ya llevaba el compresor del gas refrigerante previamente obtenido de la evaporación del líquido –compresor que en los primeros desarrollos iba en el maletero– junto al motor del coche.
Para finales de los cincuenta, Cadillac dio el siguiente paso: el Eldorado Brougham fue el pionero en llevar en todas sus versiones el aire acondicionado. A mediados de los sesenta, el sistema de Cadillac evolucionó a un Control de Confort, un accionamiento decididamente más familiar con lo que usamos en la actualidad: la selección de temperatura de los ocupantes según sus necesidades. ¿En qué punto de la historia podríamos ubicar la primera gran expansión en masa? A las puertas de los setenta, la mitad de los coches en Estados Unidos ya contaban con la función.
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