23 años tenía cuando pisó su primer escenario y se sintió envuelta por los aplausos del primer teatro que puso en pie. Montserrat Caballé recordaba siempre el momento antes de salir a escena: "Es como si me llegara del público un fluido, un calor. Parece que respires hondo y te sientes libre y empiezas a cantar".

Debutó en Viena en el 59 con Don Giovanni pero el éxito internacional le llegó gracias a su interpretación de Lucrecia Borgia en el Carnegie Hall de Nueva York. Si bien es cierto que para Montserrat Caballé, su casa era el Liceu de Barcelona: "Una de las cosas de las que me sentí más ufana, digamos, era de llevar el nombre del teatro por todo el mundo".

Llenó las óperas de París, Londres, y la Scala de Milán. Entre focos y aplausos, que lejos quedaban de aquella niña que durmió a la intemperie con su familia en Plaza Cataluña durante la posguerra: "Mi padre decía que si no hubiéramos dormido allí no habríamos oído el gorgojeo de los pájaros y el amanecer".

Norma, Tosca, Madame Butterfly, La Boheme o Turandot. Carreras, Plácido Domingo o Luciano Pavarotti. Montserrat Caballé consiguió todo esto en sus más de 50 años de carrera. Aunque sin duda, en la retina de muchos está el himno de los Juegos Olímpicos del 92 junto a Mercury, a quien enseñó a pronunciar en catalán.

Comentado fue el anuncio de la Lotería hace unos años que con humor, reconoció tener cara de susto y un horror, dijo. También lo fueron sus problemas con Hacienda, por los que fue condenada a seis meses de cárcel aunque saldó la multa para evitar la prisión. Amaba la música decía: "Beber la música es lo mejor de la vida". Y ahora lo mejor que nos deja la Caballé es su voz en el recuerdo.