Desde que Roman Polanski fue acusado en el año 1977 por seis delitos sexuales a una menor de 13 años y reconoció uno (huyendo posteriormente de la justicia y de Estados Unidos para así librarse de la cárcel) este ha recibido decenas de nominaciones a premios por sus trabajos cinematográficos.

Fue nominado al Oscar al mejor director en el año 1980, solo tres años después de haber sido condenado.

Incluso lo ganó en el año 2002.

El último reconocimiento ha llegado hace unos días al concedérsele en Francia el premio César al mejor director.

En la gala la actriz de 'Retrato de una mujer en llamas', Adèle Haenel, se levantó del patio de butacas mostrando su absoluta repulsa y saliendo de la Sala Pleyel de París al grito de: "¡Viva la pedofilia!"

Hay mucha gente que dice que es obligatorio separar al artista del hombre.

Al genio de la persona.

Al director de cine del violador.

Y yo me pregunto: ¿Cómo diablos se consigue esto?

Roman Polanski no ha cumplido una condena por lo que él mismo reconoció que hizo.

No ha habido ningún tipo de reparación.

Simplemente puso tierra de por medio y al mundo le dio exactamente igual.

Todo siguió como si nada.

Los actores y actrices siguieron trabajando con él con ilusión.

Los productores siguieron financiando sus películas.

La industria obvió por completo este suceso.

Galardones y aplausos.

¿Cómo se puede admirar a alguien que actúa como Roman Polanski?

La admiración forma parte indisoluble del amor.

Amar a alguien por lo que es capaz de construir en la ficción sin tener en cuenta lo que es capaz de destruir en la realidad es perverso.

Porque lanza un mensaje muy claro hacia las mujeres y es el de que existen cosas mucho más importantes que las vidas de las mujeres.

Una película, por ejemplo, es más importante.

Lo que nos hace sentir esa película, lo es.

La mentira, por supuesto, dónde va a parar.

Viene a decir que los cuerpos de las mujeres valen menos que la obra de alguien pueda crear.

Que ellas son accesorios, cosas que te encuentras en el camino, a las que puedes usar y tirar y luego escapar porque a ti como hombre se te perdona absolutamente todo.

Como si vulnerar la integridad sexual de una mujer fuera un accidente.

Cosas que pasan de las que tú no eres responsable.

Qué se le va a hacer, Roman, que encima que te quieren joder, ¿no?

Con lo grandioso, majestuoso, soberbio, imponente, espléndido y faraónico que eres.

La absoluta soledad de Adèle Haenel levantándose del lugar asignado y negándose a participar de esto habla del mundo en el que vivimos.

Uno que, probablemente, esté más cerca de la basura vital que de las estrellas.

El gesto de Adèle tiene que ver con algo que igual mucha gente no comprende y es con la dignidad.

Con eso que es no seguir contribuyendo a que ganen los de siempre.

Esos que hacen y deshacen a su antojo.

Que se creen impunes, inmortales porque les han seguido alabando después de todo.

Allí donde se tapan unos a otros, donde se cubren unos a otros, donde se dan palmadas en la espalda unos a otros.

Están las mujeres en llamas como Àdele.

Para recordar con su ausencia.

Lo que está mal.