El 15% de los chicos jóvenes niegan la existencia de la violencia de género.

Muchos de ellos dicen que viven el feminismo como un ataque.

Esto es muy preocupante.

Lo es porque o no estamos sabiendo leer estos malestares o realmente no nos importan.

Pero cómo no van a importarnos si esto es el germen de todo lo que ha de venir después.

Cómo podemos desatender y no ocuparnos de este sentir generalizado.

Algo estamos haciendo verdaderamente mal cuando los chicos jóvenes perciben el sentido común que provee el feminismo como un ataque.

No hemos sabido mostrarles lo importante que es para ellos también salir de ese corredor de la muerte que supone convertirse en hombres de verdad.

Lo único que están recibiendo es un ataque constante.

Un destino.

La imposibilidad de cambiar aunque deseen hacerlo.

Porque si solo echamos la bronca.

Solo generamos culpa.

No desearán cambiar.

Porque ese cambio será como un castigo impuesto.

Con la puerta cerrada se escaparán por la ventana a que otros les pasen la mano por el hombro.

A que les digan que no hay ningún problema en ser hombres.

A que capitalicen toda esa rabia y frustración que sí genera el ser hombre.

A que les hagan creer que el feminismo es el responsable de todos sus males.

Cuando los males ya estaban antes.

Cuando, de hecho, el pensamiento feminista planeta soluciones a esos males.

Porque no hay que poder con todo.

Porque no follar no te convierte en menos hombre.

Porque la vulnerabilidad forma parte de lo humano.

Porque puedes tener vínculos más estrechos y profundos con tus amigos.

Porque no hay nada que defender.

Porque no tienes que asumir riesgos para que te lean como un hombre.

No tienes que saltar de un balcón, ni correr con el coche, no tienes que ser el que más beba.

No tienes que hacer nada que no quieras hacer por buscar el reconocimiento de tus iguales.

Porque ellos también están muertos de miedo.

Igual que lo estamos todos y todas.

Desde algunos lugares nos toca hacer autocrítica.

Analizar por qué esa alternativa llamada odio es la que está ganando.

Por qué la venta de un lugar moribundo pero con certezas tiene tantos adeptos.

Por qué el entusiasmo es para destruir y no para construir.

Hay algo indudable.

Y es que sin los jóvenes de hoy y hombres del mañana.

Sin ellos.

No será posible jamás transformación social.

Porque es imposible imaginar un mundo distinto sin incluir a la mita de la población de ese mundo.

Porque de nada sirven los cambios individuales si no hay un cambio de paradigma.

Porque como decía Bell Hooks el feminismo es para todo el mundo.

Y si no conseguimos que sea para todo el mundo.

Entonces solo tendremos una queja infinita que no va a ninguna parte.

El eco de una caverna lícitamente indignada.

Cuyos gritos se pierden.

Una vez que salen afuera.