Existen múltiples relatos sobre la maternidad.

Maternidades disidentes, arrepentidas, maternidades culpables o conscientes.

Y sin embargo sobre la paternidad hay un estruendoso silencio.

Cuando un hombre que ha tenido un prestigio público se retira y decide hacer ese ejercicio de reflexión que es la escritura suele poner el foco en hitos épicos.

En grandes logros, batallas, en argumentos académicos, en desvelar la realidad hacia el exterior, pero jamás hacia el interior.

Ningún hombre busca el reconocimiento en la paternidad o los cuidados.

Porque eso no da reconocimiento.

La pregunta es por qué los hombres no sienten la necesidad de explicitar qué supone para ellos la paternidad.

Cuáles son sus miedos colectivos.

Pareciera que no quisieran dar muchas pistas.

Porque mostrarse es siempre trazar un mapa en el que das pistas sobre dónde podrían hacerte daño.

Y los padres son siempre invulnerables.

Han de serlo para mantener el estatus de la ausencia.

Esa que da tanto rédito a la larga.

Porque deseamos siempre aquello que no podemos tener.

La figura del padre como un ser misterioso.

Como alguien inaccesible.

Mucho más que una madre que “siempre está”.

Criaturas que buscamos que nos miren.

Necesitando esa aprobación.

Y al otro lado el gesto hacia dentro.

Los hombres son unos grandes desconocidos para sí mismos.

Pero también para el mundo.

Se convierten así en un reto.

En una especie de cámara secreta.

Una de esas en las que hay que poner todo el esfuerzo para encontrar una clave.

Desactivar algo que está cerrado emocionalmente.

Pero cuando lo consigues y abres esa cámara por un segundo.

Descubres que no hay nada.

Que lo único que se trataba de proteger era un vacío.

Estaría bien que esas cámaras se llenaran de vida.

De fragilidad y de terrores.

Estaría bien que pudiéramos leer o escuchar a los hombres desde la duda.

Que se ocuparan de narrar también lo íntimo.

Porque si no seguiremos teniendo padres muro.

Padres abismo.

Padres que no se hacen cargo.

Que son en esencia un fantasma.

Desde que nace lo que les hace padres.

Hasta que se mueren.