Nueve horas tirado en una acera.

En un lugar concurrido de París.

Nueve horas sin que absolutamente ningún ser humano se parase a ver qué pasaba.

Un bulto, un animal aplastado, un banco, el envoltorio de una chocolatina.

Basura.

El fotógrafo René Robert ha muerto congelado en la calle tras una caída.

Quizás un desmayo o un tropiezo.

Lo que está claro es que no pudo volver a levantarse.

También que nadie le ayudó a hacerlo.

René tenía 84 años.

Si hubiera sido alguien joven y hermoso probablemente alguien le hubiera socorrido.

Porque nos provoca más estupor el accidente en alguien joven.

En alguien que tiene belleza.

Que tiene futuro por delante.

Si hubiera sido un niño alguien habría dado la voz de alarma.

Quién puede ver desplomarse a una niña y no ir a ver qué le pasa.

Pero como era un viejo más la gente continuó con sus cosas.

Llego tarde al supermercado.

Estoy mirando el móvil.

Ese taxi libre es para mí.

Qué frío.

¿A quién le importa la vejez?

¿Qué tiene que ver esto conmigo?

Un anciano, un borracho, un sin techo, un harapo humano, una cosa.

Nos hemos enterado del fallecimiento de René porque era alguien conocido.

El mundo está lleno de gente anónima que se marcha en condiciones indignas y miserables.

La antropóloga Margaret Mead, al ser preguntada sobre cuál fue el primer signo de civilización, dijo que fue un fémur fracturado y sanado.

Esto es así porque si un animal se fractura una pata esta fractura conllevará que muera porque no puede buscar protección ni alimentos.

De la misma manera sucede con las personas si no reciben cuidados.

Por eso un fémur fracturado y luego soldado es el primer signo de civilización.

Porque eso significa que existieron otros que ayudaron a que eso sucediera.

No hay civilización sin los demás.

Sin los cuidados.

La muerte de René Robert (y de tantas otras personas) habla de lo incivilizado.

De todo lo que es inaceptable humanamente.

De nuestra descortesía con la existencia.

Del individualismo más salvaje y atroz.

Porque no si no podemos mirar hacia abajo en qué nos estamos convirtiendo.

Si no podemos atender la vida en qué nos estamos convirtiendo.

Sin duda en algo que no merece la pena.

Porque cuando un ser humano es un obstáculo en nuestro camino.

Tal vez lo que tengamos que preguntarnos.

Es si queremos que ese sea nuestro camino.