Hace un tiempo conocí la historia de un hombre que había adquirido una deuda importante.

No lo sabía nadie, porque él, como cabeza de familia, como hombre que había aprendido a llevar con el sudor de su frente el pan a su casa, como alguien incapaz de pedir ayuda porque los hombres pueden con todo, no podía mostrarse vulnerable.

Demostrar su incapacidad para resolver un problema económico que afectaba a su familia era demostrar que no era lo suficiente hombre.

Un hombre fallido.

Que se suicidó.

Prefirió quitarse la vida a admitir su «fracaso» como hombre.

A los hombres para llegar a ser hombres se nos enseña a asumir determinados riesgos.

Demostrar que somos hombres frente a los demás hace que pongamos en riesgo nuestra salud física y mental.

Hace que corramos con un coche, que saltemos de un balcón a una piscina, que no vayamos al médico.

Hace que los hombres se suiciden más que las mujeres.

Y en lugar de hacer una competición entre a ver quién sufre más, deberíamos poder analizar esta estructura.

Deberíamos poder evitar esto a través de la educación y la pedagogía.

Mostrar que se hombre no es ser nada.

Que no hay nada que mantener.

Desterrar esa idea de inmortalidad.

De omnipotencia.

Dejar a un lado esa castración emocional.

Y desmontar ese disfraz que es imposible.

Ser hombre es un imposible.

Y lo que tendríamos que estar cuestionando como sociedad es si queremos que nuestros hijos, hermanos, amigos y padres, sean hombres infelices.

Si queremos que la violencia sea una forma de comunicación entre ellos.

Si queremos que no puedan tener relaciones profundas con otros hombres.

Si queremos a hombres que se siente solos y se deprimen.

Porque la masculinidad mantenida en el tiempo provoca depresión.

Depresiones que tienen que ver con no saber qué lugar ocupas en el mundo.

Quién eres y, por tanto, qué quieres.

Depresiones que se ocultan tras barbas pobladas.

Que lo único que hacen es ocultar el rostro.

Porque cuando no consigues ser el hombre que te han pedido que seas.

Y nadie lo consigue.

Lo que deviene es la necesidad de desaparecer.

El mundo está lleno de hombres vencidos.

Incapaces de hablar.

Hombres callados.

Que no han bajado a su abismo.

Y que en muchas ocasiones hacen daño porque no saben qué sienten ni quiénes son.

Nuestro compromiso con el presente es dejar un futuro.

De hombres un poco más libres.

Un poco más ellos.

Un poco más felices.