Cuando era pequeño siempre había algún chico que hacía el caballito con la moto.

Que decía "maricón el último".

Que hacía sonar el tubo de escape al pasar delante de un grupo de personas.

Cuando tú vas a más de 200 kilómetros por hora con tu coche no lo haces porque quieras llegar a ningún sitio antes.

Tampoco porque tengas prisa.

Lo haces para demostrar que puedes hacerlo.

Y eso es algo que han enseñado a hacer a los hombres.

Medirse en público constantemente.

A ver quién la tiene más grande.

Cuando tú vas a más de 200 kilómetros por hora con tu coche lo que tienes entre las manos no es un juguete.

Es un arma letal.

Cuando tú vas a más de 200 kilómetros por hora con tu coche te crees inmune ya que todo el espacio y el tiempo son de tu propiedad.

Vives en la más completa impunidad porque piensas que eso no va a tener ninguna consecuencia.

Que haces lo que quieres porque tienes ese poder.

Y necesitas que los demás lo vean.

Hay algo terrible en la necesidad constante de competir.

En los hombres que aprenden que han de ser los que "más todo" para no ser los "menos hombres".

No eres menos hombre por conducir despacio y con cuidado tu coche.

Por mucho que los demás te digan que "conduces como una tía".

Lo que eres es consciente del peligro.

Sabes de tu mortalidad.

Porque cuando tú vas a más de 200 kilómetros por hora con tu coche te crees inmortal.

Esa noción de inmortalidad es la que poseen muchísimos hombres porque la han aprendido.

Han dispuesto de las cosas como si las cosas no se fueran a terminar nunca.

Como si siempre fuera a aparecer alguien más joven a quien seducir.

Como si la vida fuera un buffet libre.

Como si todo pudiera ser sustituible.

Porque tú eres infinito.

Cuando tú vas a más de 200 kilómetros por hora con tu coche y te matas eso no quita que sea una desgracia.

Porque ninguna muerte nos ha de ser ajena.

Y no se trata de buscar culpables.

Se trata de señalar y nombrar para comprender por qué hacemos lo que hacemos para que no se vuelva a repetir.

Para que ningún hombre en el futuro tenga que acelerar.

Por miedo a llegar el último.

Y que por ese motivo.

No llegue nunca más.