Pienso en todas las series haciendo cola para que las vea.

Cada día una nueva que dice: elígeme a mí, soy la mejor.

Pienso en la torre de libros al lado de mi cama esperando a ser abiertos.

Con tantas cosas que decirme.

Pienso en los correos electrónicos, los WhatsApp, los mensajes directos por responder.

En que siempre hay alguien que quiere algo, que necesita algo, que demanda algo.

Que precisa de tu tiempo.

Pienso en que si hay algo que define a nuestro tiempo es la falta de tiempo.

No tenemos tiempo para ver crecer la vida.

Porque siempre tenemos que estar disponibles para los demás.

Siempre acumulando cosas para cuando tengamos un rato.

Pero cuando llega ese rato lo que estamos es agotados y agotadas.

Pienso que tenemos demasiada información.

Que acumulamos actualidad día tras día.

Que tenemos que constatar todo el rato que tenemos la razón.

Que ganamos a otros o que somos los más listos.

Pienso que desde que amanece todo se convierte en viejo.

Que siempre es tarde aunque todavía sea ahora.

Que hay que ser inmediato.

Que lo queremos todo ya.

Que la impaciencia es la madre de nuestra deficiencia.

Ya no sabemos qué es la espera.

Porque siempre podemos buscar a otro, compararlo y si encontramos algo mejor, comprarlo.

Pienso que estamos llenos de nada.

Que somos vacío.

Que dilapidamos lo más valioso que tenemos aquí y que es lo único que no vuelve.

Que de qué sirve hacer acopio de cosas y de personas y de vínculos y de estímulos.

Si luego nuestro tiempo no es nuestro.

Si luego los días son de otros.

Si luego producimos lo que nos piden.

Si luego consumimos lo que nos dejan.

Si somos unos mandados en nuestras propias existencias.

Pienso que no podemos desaprovechar así esta oportunidad.

Pero que es que no nos queda otra.

Porque tener tiempo es el mayor de los privilegios.

Para saber quién eres y qué quieres de verdad.

Para poder tratar bien.

Para conocer a las personas.

Tiempo para la profundidad.

Para compartir.

Tiempo de calidad en el que no tengamos todas las opciones.

En el que no perdamos el tiempo decidiendo qué hacer con el tiempo libre.

Porque es perverso creer que lo podemos tener todo siempre cuando queramos.

Obviando que todo, siempre, se termina.